Batalla del Somme.

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La Batalla del Somme de 1916 fue una de las más largas y sangrientas de la Primera Guerra Mundial, con más de un millón de bajas entre ambos bandos. Las fuerzas británicas y francesas intentaron romper las líneas alemanas a lo largo de un frente de 40 km al norte y al sur del río Somme, en el norte de Francia. El principal propósito de la batalla era distraer a las tropas germanas de la Batalla de Verdún; sin embargo, las bajas de la batalla del Somme terminaron siendo superiores a las de esta última.

La batalla es recordada principalmente por su primer día, 1 de julio de 1916, en el que los británicos sufrieron 57.740 bajas, de las cuales 19.240 fueron mortales. Constituye la batalla más sangrienta en la historia del Ejército Británico.

Igualmente terrible fue la batalla para el Ejército Alemán, descrita por uno de sus oficiales como "la tumba de barro del ejército en campaña". Cuando acabó la batalla, ambos bandos habían comprobado hasta qué punto podía ser mortífera la guerra moderna. La suma importancia del Somme en el devenir posterior de la guerra queda reflejada en las palabras del oficial e historiador británico Sir James Edmonds: "No es demasiado arriesgado decir que las bases de la victoria final en el Frente Occidental fueron sentadas por la ofensiva de 1916 en el Somme."

El mismo año se rodó el documental y filme propagandístico La Batalla del Somme, que utilizaba algunas escenas reales grabadas durante los primeros días de la batalla.

Preludio.
La estrategia que llevarían a cabo los aliados durante 1916 se diseñó en la Conferencia de Chantilly (Oise, Francia), entre el 6 y el 8 de diciembre de 1915. En ella se decidió que durante el año siguiente se realizarían tres ofensivas simultáneas contra los Imperios Centrales, con la esperanza de que éstos fuesen incapaces de resistir una guerra en todos los frentes. Los rusos atacarían desde el este, los italianos (recién incorporados a la guerra en el bando de la Triple Entente) lucharían contra los austrohúngaros en los Alpes y los británicos y franceses dirigirían una tercera ofensiva desde el oeste.

A finales de diciembre de 1915, el General Douglas Haig sucedió a John French como Comandante en Jefe de la Fuerza Expedicionaria Británica (FEB). Haig proyectó entonces una gran ofensiva de las fuerzas británicas sobre Flandes con el fin de expulsar a las fuerzas germanas de la costa belga y dificultar así las acciones de los U-Boot alemanes sobre los barcos de suministros aliados que cubrían la ruta entre Inglaterra y Normandía. Para que esta operación diese comienzo era necesario conseguir previamente la autorización del gobierno francés, ya que la ofensiva se realizaría desde su territorio. El visto bueno fue otorgado por el General Joseph Joffre en enero de 1916, pero tras nuevas discusiones durante el mes de febrero, se decidió cambiar la operación inicial por otra conjunta franco-británica en el valle del río Somme, situado en la región francesa de Picardía. El lugar fue escogido por servir de conjunción a las líneas francesas y británicas, cuya unión debería arrollar las líneas alemanas y asestar así un golpe mortal a su ejército. Lo que los aliados no sabían es que el enemigo había construido todo tipo de fortificaciones en la zona, tanto convencionales como subterráneas, lo cual iba a hacer la invasión mucho más difícil de lo esperado inicialmente.
Soldados neozelandeses del Regimiento de Auckland en una trinchera.

Los planes maestros estaban todavía empezando a tomar forma cuando los alemanes atacaron por sorpresa Verdún el 21 de febrero de 1916. Esto obligó a los franceses a centrar sus esfuerzos en la defensa de la ciudad, disminuyendo el número de tropas que podían aportar al nuevo frente del Somme y cediendo, por tanto, el papel protagonista en éste a los británicos. Conforme se estancaba el cada vez más sangriento frente de Verdún, el propósito del Somme evolucionó hasta convertirse más en una maniobra que distrajera a los alemanes y aliviara su presión sobre Verdún que en realizar un golpe maestro capaz de desbaratar por completo la estrategia germana. Los franceses enviarían finalmente al Somme un total de tres divisiones.

En el caso de los británicos, las seis divisiones desplegadas en Francia al comienzo de la guerra fueron prácticamente diezmadas tras las batallas de 1914 y 1915. Fue necesario, por tanto, enviar nuevos regimientos que constituyesen el grueso de las tropas de la futura ofensiva, en su mayor parte reclutados entre los voluntarios de la Territorial Force y el Ejército de Kitchener (llamado así porque se formó bajo los auspicios del Secretario de Estado de Guerra británico, Horatio Kitchener), que había empezado a constituirse en agosto de 1914. El súbito crecimiento del ejército demandó a su vez el nombramiento de un gran número de generales para que trazaran las maniobras mayores, los cuales fueron elegidos de manera un tanto caótica por culpa de las prisas y no siempre por razones de competencia o habilidad en el combate. El propio Haig había sido ascendido de forma meteórica, ya que se había incorporado a la guerra como Comandante del I Cuerpo Británico antes de dirigir el I Ejército y más adelante la FEB, compuesta por cuatro ejércitos (cinco más adelante) que comprendían 60 divisiones.

Para mediados de 1916, el azote de los Fokker E.I alemanes había sido neutralizado y los Royal Flying Corps (10 escuadrones con 185 aviones frente a 129 aeronaves alemanas) habían conseguido la supremacía sobre el espacio aéreo del Somme. Los británicos también se las ingeniaron para detectar desde el aire la artillería alemana, ya fuera por medio de aviones o globos, mientras evitaban con éxito que el enemigo hiciera lo mismo con sus propias defensas. No sería hasta septiembre cuando se inclinaría de nuevo la balanza en favor del bando alemán, debido a la incorporación de nuevos aeroplanos de diseño más moderno.

Consecuencias del primer día.
A las 22:00 horas, el comandante del IV Ejército Británico, Teniente-General Henry S. Rawlinson, ordenó que se reanudaran los combates. Debido a la confusión generalizada y las pobres comunicaciones, los mandos británicos tardaron algunos días en darse cuenta de la escala del desastre. Haig ordenó entonces al también Teniente-General Hubert Gough que tomara el mando sobre el sector norte, mientras el IV Ejército hacía lo propio con el sur. Gough, sin embargo, se dio cuenta del catastrófico estado de las tropas y rechazó la idea de reanudar inmediatamente las operaciones ofensivas, que no volverían a ponerse en marcha hasta el 3 de julio.

Los mandos británicos ignoraban igualmente las oportunidades que se les brindaban al sur de la carretera de Albert-Bapaume, donde habían conseguido algunos éxitos parciales. Actualmente se sabe que entonces había quedado abierto un agujero considerable en las defensas alemanas desplegadas entre Ovillers (situada junto a la carretera) y Longueval. El 3 de julio, una patrulla de reconocimiento perteneciente a la 18ª División Oriental Británica incluso se adentró cerca de 3 km en territorio ocupado sin encontrar una resistencia real por parte de los alemanes. Sin embargo, la oportunidad se perdió por la falta de recursos necesarios por parte de los británicos para explotarla, lo que permitió a los alemanes sellar poco tiempo después el pasillo abierto por los explosivos aliados.

El bosque de Mametz se encontraba todavía vacío el 3 de julio y no fue hasta el día siguiente cuando las tropas alemanas lo reocuparon. Seguirían dos intentos infructuosos por parte de los aliados antes de que pudiesen conquistarlo de forma definitiva el día 10. Los bosques de Bazentin y Elville, totalmente vulnerables tras el fin del primer día, costarían un gran número de vidas cuando intentasen tomarse más de un mes después, entre agosto y septiembre. En palabras de Auguste Rawlinson:

Estos cuatro días podían con toda probabilidad habernos permitido tomar posesión por completo de la hostil tercera línea de defensa, de la que en ese tiempo estaba finalizada menos de la mitad... Me pone enfermo pensar en los "podría haber sido".
Fusileros irlandeses de la 25ª Brigada, 8ª División, durante el primer día de la batalla.

Durante las dos primeras semanas de lucha, la batalla se redujo a una serie de pequeñas acciones sin relación entre sí mientras se preparaba una de mayor envergadura. Entre el 3 y el 13 de junio, sólo el IV Ejército de Rawlinson llevó a cabo 46 de estas "acciones" que le reportaron 25.000 bajas, sin que se produjera el menor avance. Estos resultados mostraban a las claras una diferencia abismal entre la estrategia puesta en práctica por los británicos y la de sus colegas franceses, y fue causa de no pocos roces entre ambos aliados. Mientras que Haig pretendía mantener una presión constante sobre el enemigo, Joffre y Foch apostaban por reservar sus fuerzas mientras se preparaban para un golpe mayor. El plan de guerra británico sólo consiguió una cierta victoria estratégica cuando Erich von Falkenhayn se vio obligado a detener la ofensiva sobre Verdún el 12 de julio, con el fin de redistribuir mejor sus fuerzas en el frente occidental y asegurarse así la contención de la ofensiva en el Somme. Aunque los combates sobre Verdún se seguirían produciendo hasta diciembre, serían ya los franceses quienes dictasen realmente el curso de los mismos.

Por su parte, Fritz von Below se vio obligado a pedir refuerzos para poder mantener el frente estable sobre el Somme, pues no podría aguantar durante mucho tiempo combatiendo con una relación de fuerzas de 3 (y a veces 4) contra 1. Las tropas alemanas se reorganizaron a partir del 19 de julio, tomando Von Below el mando sobre el I Ejército desplegado en el sector norte mientras Max von Gallwitz, recién llegado del frente rumano, se hacía cargo del II Ejército en el sector sur. Gallwitz fue nombrado así mismo comandante en jefe de todos los ejércitos desplegados en el Somme.

Los primeros refuerzos alemanes ya habían comenzado a afluir hacia el Somme el 2 de julio, cuando llegaron 7 divisiones, a las que se unieron otras 7 durante la semana siguiente. Entre julio y agosto, los alemanes habían dispuesto ya 35 divisiones extra en la línea de defensa frente a los británicos y 7 en la de los franceses. A finales del segundo mes sólo permanecía una división en reserva.

Los británicos tenían la esperanza de que los refuerzos alemanes provinieran de otros frentes cercanos. Con el fin de complicar el movimiento de los mismos, el ejército británico realizó un gran número de ataques furtivos y acciones de escasa entidad a todo lo largo de la línea de frentes. La operación de mayor magnitud (y peores resultados) fue la Batalla de Fromelles (19-20 de julio), en el Artois, que se saldó con 7.080 bajas entre los soldados británicos y australianos sin que se capturara porción alguna de terreno ni se sacara ningún provecho del movimiento de tropas alemanas desde el Artois al Somme.

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