Modernismo (arte).

Modernismo es el término con el que se designa a una corriente de renovación artística desarrollada a finales del siglo XIX y principios del XX. Según los distintos países, recibió diversas denominaciones: Art Nouveau (en Bélgica y Francia), Modern Style (en Inglaterra), Sezession (en Austria), Jugendstil (en Alemania y países nórdicos), Liberty o Floreale (en Italia), y Modernismo (en España). Si bien existe cierta relación que los hace reconocibles como parte de la misma corriente, en cada país su desarrollo se expresó con características distintivas.Se distingue por su creatividad, el gusto por lo refinado, el deseo de salir de la realidad cotidiana y de conocer otras culturas y costumbres.

Un arte nuevo.
Todas estas denominaciones hacen referencia a la intención de crear un arte nuevo, llevando a cabo una ruptura con los estilos dominantes en la época, tales como el historicismo o el eclecticismo. Se trata de crear una estética nueva, en la que predominan la inspiración en la naturaleza a la vez que se incorporan novedades derivadas de la revolución industrial. Y así en arquitectura es frecuente el empleo del hierro y el cristal. Sin embargo, es igualmente una reacción a la pobre estética de la arquitectura en hierro, tan en boga por esos años.

En gran medida sus aspiraciones se basan en las ideas de John Ruskin y William Morris, que podemos resumir en democratizar la belleza en el sentido de que hasta los objetos más cotidianos tengan valor estético y sean asequibles a toda la población (socialización del arte), aunque sin utilizar las nuevas técnicas de producción masiva. El modernismo no sólo se da en las artes mayores, sino también en el diseño de mobiliario y todo tipo de objetos útiles en la vida cotidiana. A menudo los artistas modernistas son artistas "integrales", pues no sólo diseñan edificios, sino los muebles y otros enseres de uso diario. Así pues muchos arquitectos modernistas son también diseñadores, pues sus creaciones no se limitan al edificio en sí, dado que también elaboran su decoración y los utensilios que ha de contener. Consecuentemente se dio en arquitectura, pintura, escultura y en las artes decorativas (muebles, herrajes, lámparas, joyas, carteles, etc.).

Características formales.

Las características que en general permiten reconocer al modernismo decorativo propiamente dicho son:

* La inspiración en la naturaleza y el uso profuso de elementos de origen natural pero con preferencia en los vegetales y las formas redondeadas de tipo orgánico entrelazándose con el motivo central.

* El uso de la línea curva y la asimetría, tanto en las plantas y alzados de los edificios como en la decoración. Una derivación de este estilo en la década de 1920 es el denominado Art decó por lo que a veces se le suele confundir con el modernismo.

* Hay también una tendencia a la estilización de los motivos, siendo menos frecuente la representación estrictamente realista de éstos.

* Una fuerte tendencia al uso de imágenes femeninas, las cuales se muestran en actitudes delicadas y gráciles, con un aprovechamiento generoso de las ondas en los cabellos y los pliegues de las vestimentas.

* Una actitud tendente a la sensualidad y a la complacencia de los sentidos, con un guiño hacia lo erótico en algunos casos.

* La libertad en el uso de motivos de tipo exótico, sean éstos de pura fantasía o con inspiración en distintas culturas, como por ejemplo el uso de estampas japonesas , que se ve en el gusto por la curva.

* La aplicación envolvente del motivo tomando alguna de las características anteriormente mencionadas en contraposición con las características habituales del objeto a decorar. Esto se puede observar en la aplicación en el mobiliario, en arquitectura, en los afiches o posters promocionales o en objetos de uso cotidiano donde el elemento destacado de tipo orgánico envuelve o se une con el objeto que decora.

El Modernismo en las Artes Gráficas.
El modernismo se extendió de manera muy profusa en las artes gráficas.Ya sea en el diseño de cubiertas de libros, a ilustraciones de revistas de todo tipo, afiches comerciales a paneles decorativos o el diseño de tipografía para imprenta a la confección de postales, el modernismo dejó su marca.

De todos los autores que pudieron hacer aportes a esta gran amplitud, uno de los más influyentes e imitado fue el checo Alfons Mucha. La aceptación de sus diseños, hechos con exquisita delicadeza y que incluían en su gran mayoría la figura femenina como figura central le ganó trabajos a nivel internacional, produciendo también la clave ganadora de un estilo artístico comercial a imitar por los ilustradores de la época.

Merece destacarse Aubrey Beardsley –pese a su corta vida- como uno de los más originales exponentes del modernismo gráfico y -en su caso- con ilustraciones en blanco y negro, con un estilo personalísimo que le ha reputado admiración a pesar de lo controvertido e irreverente que los temas que ilustra en sus obras fueron para su época. Otros diseñadores conocidos son Charles Rennie Mackintosh (con el movimiento de Arts and Crafts), T. Privat-Livemont, Koloman Moser y Franz von Stuck.

Arquitectura Modernista.
El modernismo es un arte burgués, muy caro, que intenta integrar en la arquitectura todo el arte y todas las artes. Es una corriente esencialmente decorativa, aunque posee soluciones arquitectónicas originales. Se desarrolla entre los siglos XIX y XX.

Este movimiento deja de lado las soluciones que la revolución del hierro y del cristal aportan a la arquitectura, aunque se sirve de la industria para la decoración de interiores y las forjas de las rejerías, etc.. Sus formas son blandas y redondeadas, aunque no es esto lo único característico del modernismo sino la profusión de motivos decorativos. La influencia del modernismo arquitectónico se deja sentir aún en la arquitectura actual.

El modernismo arquitectónico como tal nace en Bélgica de la mano de Henry van de Velde y Victor Horta, allí se le dará el nombre de art nouveau. Henry Clemens van de Velde (1863-1957) es uno de los primeros modernistas. Construye la casa Bloemenwert , pero lo más interesante es el diseño de su decoración. Tiene influencias del expresionismo alemán, y son típicos sus tejados ondulados. Víctor Horta es el más puro de los modernistas y el más representativo. También son típicos sus tejados ondulados así como sus fachadas, que provocan un juego de luces y sombras muy decorativo que recuerdan al barroco. Descubre las posibilidades del hierro, en el que crea grandes forjas. Los elementos decorativos de su arquitectura se curvan asemejando la vegetación natural. Obra suya es la escalera de la calle Paul-Emile Janson en Bruselas y múltiples kioscos de hierro y bocas de metro lujosamente decoradas. También hizo el Hotel Solvay[1] en Bruselas. Lo más característico de este edificio son sus interiores lujosamente decorados y muy recargados, con lámparas, papel pintado, vidrieras y vitraux, todo de diseño. Otras obras suyas son el Hotel Tassel,[2] y la casa del Pueblo, el palacio de Bellas Artes, en Bruselas y el Gran Bazar de Fráncfort.

William Morris es otro de los grandes modernistas, de origen inglés. Su modernismo no cae en los excesos decorativos, es el más sobrio del movimiento, ya que se centra más en la implantación de la villa en la naturaleza (influencia del pintoresquismo inglés del siglo previo) y la valoración del espacio interior funcional. Sobre todo diseña muebles y pequeños utensilios cotidianos, y se le sitúa dentro del género en consonancia del arquitecto fránces Charles Voysey.

Otro británico es Charles Rennie Mackintosh que es otro de los más grandes arquitectos que influyó en el movimiento modernista. Sus planteamientos son originales y aportan nuevas soluciones a sus problemas arquitectónicos. Son características las formas prismáticas y octogonales. Mackintosh es el arquitecto modernista más sobrio en los exteriores, lo que le vale ser un precursor del racionalismo arquitectónico. Diseña muebles y joyas, y construye la Escuela de Arte de Glasgow .

Es Riga la ciudad con la mayor cantidad de edificios Art Nouveau de toda Europa.

León Trotsky.


Lev Davídovich Bronstein, en ucraniano transliterado Bronštein o Bronshteinmás conocido como León Trotsky, nació en Yanovka, Ucrania el 7 de noviembre de 1879 (26 de octubre según el calendario juliano prerrevolucionario) y murió asesinado en Coyoacán, Ciudad de México, el 21 de agosto de 1940.Político y teórico revolucionario soviético, protagonista de la Revolución bolchevique en Rusia en 1917, que dio origen al primer Estado obrero del mundo. Negoció la retirada de Rusia de la Primera Guerra Mundial mediante la Paz de Brest-Litovsk. Tuvo a su cargo la creación del Ejército Rojo que consolidaría definitivamente los logros revolucionarios venciendo a catorce ejércitos extranjeros y a los Ejércitos Blancos contrarrevolucionarios durante la Guerra civil rusa; fue condecorado con la Orden de la Bandera Roja.[1] Posteriormente, se enfrentó política e ideológicamente a José Stalin, liderando la Oposición de Izquierda, lo que le causó el exilio y posterior asesinato a manos de la OGPU.

Revolución de 1917 y Guerra Civil.
Fundó un grupo llamado Mezhrayontsy (literalmente el "interdistrito de Petrogrado") con varios dirigentes socialistas: Adolf Joffe, Riazanov, Anatoli Lunacharski, Mijaíl Pokrovski y otros futuros dirigentes de la Revolución de octubre, que en 1913 (año de la formación del grupo), no eran ni bolcheviques ni mencheviques, como él.[4]

Es durante el tiempo previo a la Revolución de 1917 que dedicará sus esfuerzos principalmente a contactar con diferentes conspiradores revolucionarios y a defender sus ideas en disputas ideológicas.

El estallido de la Revolución de febrero le sorprendió en Nueva York, donde colaboraba para un periódico ruso. Consigue llegar en mayo a Rusia, asumiendo el control de la Organización Socialdemócrata Interdistrital e integrándose en el Soviet de Petrogrado (San Petersburgo). De esta forma se apartaba de su anterior neutralidad durante el exilio implicándose directamente con los bolcheviques en el proceso revolucionario. Gracias a su poderosa oratoria alcanza una enorme popularidad que le permite llegar a formar parte del Comité Central del partido bolchevique, en el que había ingresado en julio.

Trotsky apoyará totalmente la postura de Lenin en cuanto a la necesidad de derrocar al gobierno provisional surgido de la revolución de febrero y encabezado por el socialista moderado Aleksandr Kérenski. Así, sus esfuerzos se dirigirán a recabar apoyos para el movimiento bolchevique para el alzamiento previsto. Al tener Lenin que ocultarse, Trotsky asumirá la jefatura del Comité Militar Revolucionario, puesto desde el cual aportará al triunfo de la Revolución de octubre.

Durante la primera etapa de la Revolución, Trotsky se convierte en hombre de confianza de Lenin y éste le encomendará varias misiones. La primera será la de acabar la guerra con las potencias centrales. Será el encargado, como Comisario (Ministro) de Asuntos Exteriores, de firmar con los alemanes el llamado Tratado de Brest-Litovsk, paz que supondrá para Rusia una pérdida considerable de su territorio.

Seguidamente será nombrado Comisario de Guerra. Desde este puesto se encargará de la creación, promoción y dirección del Ejército Rojo, motivo principal de que los logros revolucionarios no se perdieran durante la época de la guerra civil (1918-1920) contra las fuerzas contrarrevolucionarias (potencias extranjeras y rusos blancos).

Los anarquistas acusan a Trotsky de reprimir cualquier movimiento de izquierda opuesto al oficial del Partido Bolchevique. Por ejemplo, al movimiento ácrata de Néstor Majnó en Ucrania o la rebelión de los marineros de Kronstadt en el Golfo de Finlandia.

Musulmanes en Europa

Musulmanes en Europa

Respeto mutuo: clave para la convivencia

Durante los últimos meses nos han acompañado las imágenes tremendas de la llegada (o del naufragio y muerte) de numerosas personas procedentes del África subsahariana. Nos es difícil imaginar los motivos que empujan a iniciar esa peligrosa aventura.

Pero no es esa la única cara de la inmigración. A continuación viene el desafío de iniciar una nueva vida en nuestro continente. Lo afrontan también los inmigrantes que entran en Europa de manera legal, por cauces menos peligrosos o desde tierras distintas a las africanas. El reto tiene dificultades adicionales en el caso de los inmigrantes que proceden de países musulmanes, en los que imperan otras culturas. Es obvio que no toda la inmigración que recibe Europa es musulmana; pero nuestro análisis se centra en esta.



Por Juan Portela



Los propios musulmanes inmigrados advierten un contraste que no se refiere sólo a las costumbres: “tenemos distintas visiones del mundo, distintos valores; la gente en Oriente ve las cosas de manera distinta a la gente en Occidente” (Ahmad al Dubayan, director del Centro Cultural Islámico de Londres). Con mayor dramatismo puede experimentarlo quien descubre la fe en Jesucristo; así, Sabatina James, pakistaní convertida en Europa al cristianismo, declara: “Tengo que reconocer que mi historia es realmente difícil de comprender para los europeos. Estoy presa de dos culturas que no son compatibles” (“Del Islam al cristianismo. Mi historia”, Ediciones Palabra 2006).



TENSIONES



A veces, los contrastes afloran con dramatismo, y provocan tensiones. Las proporciones de la reacción inesperada de representantes islámicos, en su mayoría desde fuera de Europa, ante las palabras del Santo Padre en Alemania los ponen de manifiesto.

Quizá no es posible una respuesta definitiva a la pregunta sobre si la raíz del radicalismo está en el mismo Islam. Esta es una cuestión compleja, sobre la que arrojan luz las palabras recientes de George Weigel: “en el espíritu de algunos musulmanes, lo que ellos perciben como la actual decadencia de Europa hace que este sea un momento oportuno para recuperar lo que consideran suyo. No es que todos los musulmanes crean que la conquista del mundo deba tener lugar por medio de una jihad ofensiva: probablemente la mayoría de los musulmanes del mundo no comparten ese punto de vista. Pero si, como me han dicho estudiosos de esta materia, una quinta parte del mundo islámico está profundamente influido por una ideología islamista que enseñan una jihad ofensiva, eso hace 200 millones de personas, y es mucha gente infectada por una enfermedad política que se presenta a sí misma como una convicción religiosa”.

Estas páginas no pretenden explicar las posibles causas de la última crisis o de otras anteriores; ni analizar las relaciones del cristianismo con la religión del Corán; ni formular valoraciones sobre el Islam. Se refieren sólo a la inserción europea de los inmigrantes musulmanes.



RESPETO MUTUO



El punto de partida es un hecho social: es una realidad que las culturas europea e islámica se entrecruzan en la existencia diaria de los musulmanes que viven en Europa, y de los europeos que conviven con ellos. Bien lo saben las autoridades del viejo continente, para quienes el Islam ya no es sólo una cuestión de relaciones internacionales, sino de política interior. Esa realidad pide también un acercamiento al problema desde el punto de vista de la convivencia cotidiana.

En la Santa Sede, el Consejo Pontificio para los emigrantes e itinerantes se ha ocupado recientemente de la presencia de los inmigrantes musulmanes en los países de mayoría cristiana. Lo hizo en el marco de una asamblea dedicada a “Migración e itinerancia desde y hacia los países de mayoría islámica”, cuyo documento final, publicado el pasado mes de junio, da pie a estas líneas.

El respeto mutuo es una de las claves señaladas en la declaración del Consejo. Con la vista puesta en los católicos, señala que “están llamados a ser solidarios y a estar abiertos a compartir con los inmigrados musulmanes, conociendo mejor su cultura y su religión, y testimoniando, al mismo tiempo, los propios valores cristianos también desde la perspectiva de la nueva evangelización, respetuosa -desde luego- de la libertad de conciencia y de religión”. Por su parte, los inmigrantes musulmanes deben “respetar la identidad cultural y religiosa de las sociedades que los acogen”.

Vale la pena detenerse en la primera de estas recomendaciones.



CONOCER LAS DIFERENCIAS



No siempre es fácil de cumplir la invitación a conocer mejor la cultura y religión de los musulmanes europeos. Un (parcial) desconocimiento nos dificulta ir más allá de una consideración global del Islam. Pero no podemos obviar las importantes diferencias y matices que hay entre ellos: porque “el Islam” no es una realidad monolítica.

Aunque todos los musulmanes se sienten parte de una misma comunidad materna (umma), los inmigrantes proceden de contextos culturales y nacionales diversos. La relación colonial previa con determinados países europeos explica, en gran parte, su distribución actual en Europa: en Francia predominan los argelinos, marroquíes y tunecinos; en el Reino Unido los paquistaníes y egipcios, etc. Otras diferencias son económicas, de formación cultural y de ocupación profesional.

Además, el Islam europeo no sólo está integrado por inmigrantes propiamente dichos, sino que existen: un “islam nacionalizado” (estudiantes y trabajadores que adquirieron una nacionalidad europea ya desde los años 60); un “islam de las embajadas”, fruto de las inversiones en grandes mezquitas o de las subvenciones de ciertos países (Arabia Saudí, Egipto, Emiratos árabes, Marruecos y Libia); y un “islam converso”, formado por los europeos convertidos a la fe islámica (unos 15.000-20.000 franceses, 6.000 ingleses, 5.000 alemanes o alrededor de 2.000 españoles). Evidentemente, estos últimos tienen más capacidad de diálogo con la sociedad civil y las autoridades públicas.



PRÁCTICA RELIGIOSA



Desde el punto de vista religioso, en Europa se reproducen las tendencias habituales en los lugares de origen: sunita y chiíta, así como otras derivadas de la vinculación con países o regímenes políticos (wahabismo de Arabia Saudí, Hermanos Musulmanes con raíces en Egipto o en Siria). Son también variadas las escuelas coránicas y tendencias espirituales (como el sufismo).

Dado que el Islam considera la vida religiosa una práctica comunitaria, está condicionada por el contexto particular en que se desarrolla. En el ambiente europeo, la práctica religiosa de los musulmanes se concreta en actitudes diversas.

La mayoría vive pacíficamente su religión y cumple los preceptos coránicos básicos. Eso sí, parece que en Europa tienden a una cierta secularización (por ejemplo, en Alemania sólo el 25% declara respetar las prescripciones coránicas; y en Italia, se estima en el 5 % el porcentaje de los que practican su religión). Conviene puntualizar que los musulmanes que acuden a las mezquitas también son una minoría en los países islámicos.

No hay muchos musulmanes de mentalidad antirreligiosa; ni son numerosos los que practican su religión de modo estricto, aunque ejerzan gran influencia en las comunidades musulmanas. Éstos observan fielmente las prescripciones del Corán y de la tradición del Profeta (los hadiths o dichos que componen la Sunna), y mantienen una cierta separación de la sociedad occidental.

Sólo algunos cultivan en Europa lo que suele llamarse “radicalismo”: considerar su presencia en el continente como una ocasión para islamizarla y para potenciar la práctica islámica entre los mismos musulmanes. Destaca el movimiento denominado Fe y Práctica, inspirado por la institución Jama´at al-Tabligh, que recibe ayuda de la Organización de la Conferencia Islámica, con sede en Arabia Saudí.

Sobre todo, son jóvenes alejados de la religión en su país de origen los que en Europa se acerca a ella en una versión combativa. El cambio suele producirse en un grupo de amigos, en un barrio habitado por inmigrantes, en un campus universitario o en la cárcel. Lo sorprendente es que, en apariencia, estaban bien integrados en su entorno. Parece que, “sin lugar a dudas, la más perfecta compañera de viaje del islamismo radical sigue siendo la marginación social” (Jiménez-Aybar). Lo confirmaría la extracción social de algunos activistas detenidos en ciertos países europeos.



CUÁNTOS SON



No se puede saber con exactitud cuántos musulmanes hay en Europa. No es posible acudir a datos oficiales sobre creencias religiosas: muchos Estados europeos no los recogen por respeto a la libertad religiosa individual.

Además, la inmigración fluctúa, y el número de inmigrantes ilegales únicamente puede ser estimado. En España, durante el proceso extraordinario de regulación de 2005 afloraron más de 500.000 inmigrantes, de religión no precisada. Por otro lado, al cuantificar las personas que profesan una fe religiosa, es equívoco identificarlas con las que proceden de un país determinado, aunque eso sirva como aproximación.

En todo caso, en Europa se calculan aproximadamente 14 millones de musulmanes, la mayoría varones. Son aproximadamente dos tercios de la cantidad total de inmigrantes.



VIDA PRÁCTICA



La llegada de inmigrantes está cambiando la sociedad europea. No se trata sólo de una aportación económica o de una cuestión de espacio. Sobre todo, los europeos se encuentran ante el reto de encontrar un modus vivendi que, sin alterar su propio carácter e identidad, desarrolle una nueva sensibilidad hacia lo musulmán. Es de esperar que los acontecimientos que viene tensando la opinión pública sean sólo episodios ocasionales, y no impidan el conveniente equilibrio.

La vida práctica de vecindad o relación laboral ofrece gran variedad de experiencias personales. El italiano Luigi Accattoli ha publicado un libro llamado “Islam, historias italianas de buena convivencia”. Tampoco faltan las experiencias negativas, o los datos que parecen alimentar la desconfianza.

La clave está, en opinión de Daniel Madigan SJ, consultor del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, en la convivencia diaria: “en la sonrisa, en un gesto de bienvenida, en la mano que ayuda, en una palabra amable, en el servicio sencillo”. Parece claro que la mayoría de los musulmanes europeos no pretende destruir nuestra civilización. En cambio, dice Jiménez-Aybar, “el principal obstáculo para la práctica de la religión islámica no es el catolicismo, sino el laicismo beligerante que cada vez con más fuerza impregna el espacio público. Por ejemplo, no es casualidad que los colegios que más y mejor respetan cuestiones como la alimentación halal o los ritos y festividades islámicas sean los concertados católicos”.



PROBLEMAS Y OPORTUNIDADES



Son inevitables ajustes y tensiones, en los que el viejo continente debe definir sus objetivos.

La cuestión del futuro demográfico europeo se sitúa en primer lugar. Desciende la población originariamente europea y aumentan los inmigrantes. En España, los mayores de 65 años suponen el 21,2 % de la población; en 2025 serán el 31 %. Mientras la población de los países de la ribera norte del Mediterráneo ha pasado de 158 millones a 212 en 50 años, la población de la orilla sur ha crecido de 73 a 244 millones; por tanto, hay una presión demográfica hacia el norte.

George Weigel subraya The Catholic World Report que “en la naturaleza, los vacíos tiende a ser rellenados, y eso es cierto también para los vacíos demográficos”, y Alberto Carosa escribe: “si continúa esta tendencia, la conclusión inevitable es que resulta muy probable una integración a la inversa: más que hacerse europeos los musulmanes, Europa se islamizará. Y además, ¿hasta qué punto están preparados estos inmigrantes musulmanes para integrarse en sus nuevas sociedades occidentales? Y, más específicamente, ¿integrarse en qué?”

Otro reto de difícil solución procede del terrorismo de inspiración islamista. Los atentados de Londres y los sucesos de Francia y de otros lugares han mostrado que existe un radicalismo latente entre algunos musulmanes que parecían integrados. Aquí surge la pregunta, antes aludida, sobre las causas del radicalismo.

Con referencia a la específica situación europea y a los brotes de radicalismo, Olivier Roy, Director de Investigación en el Centro Nacional francés de Investigación Científica, mantiene que “estamos más ante un proceso de radicalización interna de Europa que ante la importación europea de conflictos de Oriente Medio […] La cuestión fundamental no es ya la inmigración (que está ahí), sino la reconstrucción del islam (o, mejor dicho, varios islam) en un contexto de occidentalización y desarraigo cultural”.

Añade: “En la práctica, los dos modelos de gestión que han dominado Europa con respecto a la cuestión de la inmigración durante los últimos 30 años están en crisis: el modelo multiculturalista de los países del Norte, porque está basado en la idea de la perennidad de las culturas –cuando lo cierto es que están en situación crítica–, y el modelo francés, porque, hasta hace poco, ha pretendido ignorar la permanencia e incluso el fortalecimiento de la identidad religiosa. Y lo cierto es que la nueva generación se caracteriza por la búsqueda de esa identidad”.



OCCIDENTE CRISTIANO



No hay que olvidar que, para los cristianos europeos, la presencia musulmana supone para la oportunidad de redescubrirse a sí mismo como fe, y no sólo como cultura. En un pasaje del documento de junio citado, del Consejo Pontificio para los emigrantes, se alude a la conveniencia de “distinguir entre occidente y cristianismo, puesto que con frecuencia los valores cristianos ya no inspiran actitudes, posturas o acciones (también en relación con la opinión pública) en el llamado mundo occidental”.

De cara a la acogida de inmigrantes, la actitud de los europeos creyentes debe, como los demás campos de su actividad, inspirarse en la luz del Evangelio. De esa manera, les será posible testimoniar “los propios valores cristianos también desde la perspectiva de la nueva evangelización”, dentro del respeto a la libertad de conciencia y de religión. Así lo subraya el mismo documento.▄





Número de musulmanes en Europa



Datos aproximados de la población musulmana en Europa (en millones de personas. Cifras publicados por ABC el 3 de febrero de 2006):



Francia 5.98

Alemania 3.06

Reino Unido 1.48

Italia 1.37

Holanda 0.87

España 0.50

Bélgica 0.37

Suecia 0.28

Suiza 0.23

Austria 0.18

Grecia 0.17

Dinamarca 0.16

Portugal 0.05

Noruega 0.05

Finlandia 0.01

Irlanda 0.00





Modelos y políticas. Multiculturalismo, asimilación, integración



Las políticas adoptadas por los Estados europeos respecto de los inmigrantes musulmanes no obedecen a un patrón único. Los expertos suelen contraponer la tendencia “asimilacionista” de Francia y el “multiculturalismo” de los Países Bajos y el Reino Unido.

Pero conceptos como “multiculturalismo” o “asimilación” son etiquetas clasificatorias, que no están definidas previamente, aunque pueden identificarse en la postura ante el uso del velo, la autorización de los cementerios y fiestas específicamente islámicas, etc. Los esquemas evolucionan ante los acontecimientos, y no hay que quedar anclados en las palabras. Francia rectifica algunas medidas que caracterizaban su modelo; Alemania tiende a introducir criterios cualitativos de selección y a requerir una cierta identificación con los valores básicos de la sociedad de acogida.

El historiador Stanley G. Payne considera que “es dudoso que haya habido jamás una sociedad “multicultural”, que es casi una contradicción en los términos. Ha habido muchas sociedades imperiales multiétnicas con varias culturas o religiones segmentadas, pero eso es otra cosa. Siempre una fue dominante, con las otras toleradas en varios grados. Una sociedad verdaderamente multicultural no sería una sociedad, sino varias, y no podría integrar un país unido”. Por eso es muy cuestionable la decisión del Estado canadiense de Ontario, que ha aceptado la aplicación de la sharia para los ciudadanos musulmanes.

Desde un punto de vista sociológico (y no de los modelos políticos), las categorías en juego serían tres: presencia flotante (con vínculos superficiales con la sociedad de acogida), asimilación (se desarrollan vínculos profundos) e integración: arraigo en la sociedad de acogida manteniendo un cierto carácter propio (J. Morales). Esta sería la integración que desean muchos inmigrantes islámicos. Su grado efectivo difiere en función del juego recíproco de tres instancias principales de socialización: la familia, la escuela y la calle.





La Iglesia acoge



La institución más acogedora hacia los inmigrantes musulmanes ha sido y es en Europa la Iglesia Católica y, con ella, las restantes comunidades cristianas. Hospes eram et collegistis me: era forastero y me acogisteis”. Lo confirma un gran número de iniciativas, y la dedicación altruista de muchas personas.

El Consejo de Conferencias Episcopales Europeas (CCEE) y la Conferencia de Iglesias Europeas (KEK) publicaron en diciembre de 2003 un documento sobre el encuentro de las sociedades europeas con los musulmanes. Por su parte, la Conferencia Episcopal Alemana ha publicado varios documentos en los que recoge la experiencia de varios decenios de convivencia en el país con inmigrantes islámicos (turcos en su gran mayoría); el documento titulado “Cristianos y musulmanes en Alemania” (2003), constituye una referencia.

En varias ocasiones se ha aludido a la posibilidad de una prudente actividad evangelizadora respecto a los seguidores del Islam. A algunas se alude en el cuerpo del artículo. Con claridad lo planteó el entonces secretario de la Conferencia Episcopal y hoy cardenal Mons. Ennio Antonelli en 2000: “se trata de una propuesta respetuosa que se dirige a su libertad, si bien somos conscientes de las grandes dificultades que encuentran para su conversión. Pero es obligación nuestra decirles que Jesucristo es el Salvador único de todos los hombres”.▄

Grigori Potiomkin.


Su Serena Alteza Grigori Aleksándrovich Potiomkin (en ruso: Григо́рий Алекса́ндрович Потё́мкин) [paˈtjɔmkɪn], frecuentemente transcrito como Potemkin) Príncipe de Táuride (Chizhovo, cerca de Smolensk; 24 de septiembre de 1739 – Crimea; 5 de octubre de 1791) fue un estadista, militar y político ruso, amante de Catalina II de Rusia.

Biografía.
Nació en un poblado cercano a Smolensk en el seno de una familia de suboficiales de ejército. Tras haber estudiado en la Universidad Estatal de Moscú, se enrola en el cuerpo de caballería y durante el golpe de Estado de 1762, en el que participa, conoce a Catalina la Grande.

Tras su destacada participación en la primera Guerra Ruso-Turca (1768-1774) Potiomkin fue nombrado Gobernador general de Ucrania además de recibir el título nobiliario de Conde. Sofocó la revuelta de los cosacos del sur de los Urales dirigida por líder cosaco Yemelián Ivánovich Pugachov (1773-1775), de la que resultó su anexión a Rusia en virtud del Tratado de Küçük Kaynarca.

En 1783 llevó a cabo la conquista de Crimea y recibió el título de Serena Alteza, Príncipe de Táuride (en ruso: Светлейший князь Таврический). En 1784 obtuvo el rango de mariscal de campo, construyó la flota imperial rusa del mar Negro, y construyó varias ciudades y puertos entre las que destacan Jersón, Nikoláyev, Sebastopol y Yekaterinoslav.
Véase también: Pueblo Potemkin

En 1787 organizó el viaje triunfal de Catalina de Rusia a Crimea, el cual provocó la segunda Guerra Ruso-Turca (1787-1792), durante la cual desempeñó el cargo de Comandante en Jefe del Ejército Imperial. Murió durante las negociaciones de paz a la edad de 52 años.

100 años de la primera Revolución Rusa.

En 1905, en el inmenso imperio de los Zares, estalló el descontento provocado por los sufrimientos que imponía al pueblo la dictadura de los Romanoff, agravados por la guerra entre Rusia y el Japón. Esa primera revolución obrera del Siglo XX, a la que se fueron sumando campesinos, marineros y soldados, fue derrotada. Pero ese “ensayo general” fue decisivo para que, pasados doce años, triunfara la revolución socialista.

Marineros del Acorazado Potemkin, la flota rebelde en Odessa.


Enero-diciembre de 1905

100 años de la primera Revolución Rusa

En 1905, en el inmenso imperio de los Zares, estalló el descontento provocado por los sufrimientos que imponía al pueblo la dictadura de los Romanoff, agravados por la guerra entre Rusia y el Japón. Esa primera revolución obrera del Siglo XX, a la que se fueron sumando campesinos, marineros y soldados, fue derrotada. Pero ese “ensayo general” fue decisivo para que, pasados doce años, triunfara la revolución socialista.

Marineros del Acorazado Potemkin, la flota rebelde en Odessa.

Marineros del Acorazado Potemkin, la flota rebelde en Odessa.

El 9 de enero de 1905 fue el Domingo Sangriento. Una enorme manifestación de obreros con sus familias, encabezados por un cura, Gapón, se dirigió pacíficamente, desde los distintos barrios obreros, hacia el Palacio de Invierno en San Petersburgo. Llevaban íconos y retratos del Zar, a quien rogaban “justicia y protección”. Pedían amnistía, libertades públicas, separación de la Iglesia y el Estado, las ocho horas, aumento de salarios, cesión progresiva de la tierra al pueblo y, fundamentalmente, una Asamblea Constituyente elegida por sufragio universal. Desde el 3 de enero hubo una huelga en una de las más grandes fábricas metalúrgicas, Putilov. Para el 7 de enero, había 140.000 huelguistas en Petrogrado.

El Zar ordenó masacrar a los manifestantes. Hubo centenares de muertos y miles de heridos.


La matanza detonó la revolución

Una oleada de huelgas sacudió al Imperio. En 122 ciudades y localidades, varias minas del Donetz y diez compañías ferroviarias, hubo huelgas durante unos dos meses. En marzo comenzó el movimiento de los campesinos. Luego vinieron los levantamientos en la Marina y el Ejército. Quedó inmortalizada por una película la insurrección del acorazado de la Flota del Mar Negro, Potemkin, que se sumó a la revolución en Odessa.

Se unieron los estudiantes y profesores. Para fines de setiembre, en los edificios de las universidades en San Petersburgo, Kiev y otras ciudades, se realizaban asambleas populares, con los secundarios y obreros.

La llegada del otoño (setiembreoctubre) marcó un nuevo ascenso huelguístico. Salieron los metalúrgicos, textiles, y luego casi todos los sectores asalariados. Los más de setecientos mil ferroviarios van a ser una vanguardia decisiva. En noviembre, solo circulaban los trenes que trasladan delegados a los Soviets (ver recuadro). Los correos y telégrafos trasmitían o trasladaban los mensajes que necesitaban los huelguistas. En el campo, los “desórdenes” –verdaderas insurrecciones- ocurrieron en más de un tercio de los distritos del país. Se prendieron fuego a unas 2000 casas de terratenientes y se repartieron provisiones por toneladas. Pero hubo demasiada dispersión y desorganización. Faltó contundencia y la debilidad en el campo fue una de las causas fundamentales de la derrota de la revolución.

“Ocho horas y el fusil”

El 17 de octubre, el Zar cambió al jefe de los ministros y dictó un úkase (decreto) que convocaba para 1906 a una Duma nacional (especie de parlamento muy restringido), que Lenin definió como “una caricatura de representación popular”. El proletariado ya no se engañaba más. Sus sentimientos los expresaba la consigna “ocho horas y el fusil”. En muchas fábricas, apoyados por el Soviet, se trabajaba ocho horas y no más. Los pueblos oprimidos se levantaban. Estudiantes polacos quemaban retratos del Zar y libros en ruso, y exigían que la enseñanza pasara a depender del Soviet de diputados obreros. Se organizó una liga de los pueblos musulmanes.

El pico revolucionario final se produjo en diciembre. El 3, fueron detenidos Trotsky y demás miembros del Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado. Del 9 al 17 se produjo la insurrección de Moscú. Miles de obreros armados desafiaron al gobierno del Zar. No actuó la guarnición local, y solo los doblegaron con un regimiento de elite de San Petersburgo. La revolución comenzó a declinar.

Doce años después, luego de un período de reacción y en medio de los sufrimientos de la Primera Guerra Mundial, finalmente en febrero de 1917, otra insurrección, esta vez triunfante, acabó con el zarismo. Y a los pocos meses triunfó el primer gobierno obrero y campesino de la historia, encabezado por los Soviets y el Partido Bolchevique.

fotos trucadas por URSS


Andrés Nin.


Andrés Nin Pérez o Andreu Nin i Pérez (El Vendrell, Tarragona, 4 de febrero de 1892 - Alcalá de Henares, Madrid, 22? de junio de 1937), fue uno de los personajes más importantes del marxismo revolucionario en España de la primera mitad del siglo XX.

Biografía.
A pesar de sus orígenes modestos —era hijo de un zapatero y una campesina—, consiguió, gracias al esfuerzo de sus padres y a su inteligencia, llegar a ser maestro y trasladarse a Barcelona, poco antes de la Primera Guerra Mundial. Aunque fue maestro durante un tiempo, en una escuela laica y libertaria, pronto se dedicó al periodismo y a la política.

El año 1917 fue clave para su vida. Sucesos como la huelga general de agosto, la Revolución rusa o las luchas entre la patronal barcelonesa y los sindicatos, sobre todo la CNT, le marcaron profundamente. Si bien se integró primero en las filas del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) pronto abrazó la causa del sindicalismo revolucionario, ingresando en la CNT. Tras asistir al segundo congreso de la CNT en 1919, donde defendió el ingreso de la CNT en la Internacional Comunista, sustituyó a Evelio Boal, secretario del Comité Nacional de la CNT que había sido asesinado.

En el pleno nacional de la CNT celebrado el 28 de abril de 1921, fue elegido delegado para asistir al tercer congreso de la Internacional Comunista y al congreso fundacional de la Internacional Sindical Roja (Profintern), convirtiéndose en un personaje clave de ambas internacionales (mientras tanto, en 1922, la CNT había abandonado la Internacional Comunista).

Vivió durante un tiempo en Moscú. A partir de 1926, perteneció a la Oposición de Izquierda dirigida por Trotski para oponerse al ascenso de Stalin dentro del Partido Comunista de la Unión Soviética, teniendo que abandonar la URSS en 1930.

A su vuelta a España, Nin fue clave en la formación de un grupo de orientación trotskista (bolchevique-leninista), la Izquierda Comunista de España (mayo de 1931), grupo afiliado a la Oposición de Izquierda Internacional, publicando también el periódico El Soviet. La Izquierda Comunista era un grupo pequeño aunque con algunos militantes muy destacados.

Formó parte de la Alianza obrera e intervino en las sucesos de octubre de 1934 en Cataluña. Rompió con Trotsky por no aceptar su pretensión de adoptar una táctica entrista en el PSOE. Al fusionarse su grupo con el Bloque Obrero y Campesino para fundar el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) en 1935, fue nombrado miembro del comité ejecutivo del nuevo partido y director de su publicación, La Nueva Era. Fue también elegido secretario general de la Federación Obrera de Unidad Sindical (FOUS) en mayo de 1936.

Al estallar la Guerra Civil Española se convirtió en el máximo dirigente del POUM y tras formar parte del Consell d'Economia de Catalunya (entre agosto y septiembre de 1936) fue consejero de justicia de la recién constituida Generalidad (hasta diciembre de ese año) hasta que fue cesado debido a las presiones comunistas.

Polémica sobre su muerte.
Finalmente, a medida que las tensiones antitrotskistas se hicieron más evidentes, azuzadas por los agentes soviéticos a través del Partido Comunista de España y del Partido Socialista Unificado de Cataluña (rama catalana del Partido Comunista), la posición del POUM se fue haciendo más difícil en la España republicana. Tras los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona, Nin fue detenido por la policía, junto con otros dirigentes del POUM (16 de junio de 1937), como Julián Gorkin y José Escuder al haberse descubierto entre los documentos incautados a una red de la quinta columna en Madrid, algunos de los cuales "demostraban" la relación entre el POUM y el gobierno de Burgos. Los documentos habían sido falsificados por la NKVD.[1] Inmediatamente su custodia fue transferida a la NKVD, que actuaba clandestinamente en la zona republicana con la connivencia de los mandos comunistas en la policía y el gobierno. Los dirigentes del POUM fueron trasladados a Valencia y luego a Madrid. Nin fue separado del resto de dirigentes del POUM desde el momento de la detención, siendo trasladado a Alcalá de Henares, donde fue interrogado y torturado los días 18, 19 y 21 de junio de 1937. A pesar de las torturas, Nin negó cualquier complicidad con el espionaje fascista. Posiblemente, Nin fue asesinado el 22 de junio, por orden del general Orlov, que actuaba a las órdenes de Stalin. El lugar elegido para su ejecución (Alcalá de Henares) era una base importante de los soviéticos en la España republicana, por lo que ofrecía garantías de seguridad.[2]

La versión oficial que se dio fue que Nin fue liberado de la checa por "sus amigos de la Gestapo". Así lo sostuvo Juan Negrín, jefe del Gobierno de la República. En marzo de 2008 fue hallada casualmente una fosa común con restos de cinco cuerpos humanos de la época de la guerra civil. Es posible que uno de los cuerpos fuera el de Andrés Nin, lo que -de confirmarse- echaría al traste la versión del gobierno de la República.[3] Existen versiones indicando que Negrín conocía la verdad sobre este suceso y lo encubrió con la versión de la Gestapo.[4] Aunque en lo que su nieta afirma serán sus memorias, Negrín afirma haber sido engañado.

La Mano Negra.


La Mano Negra es una presunta "organización anarquista secreta y violenta" que actuó en Andalucía a finales del siglo XIX a la que se le atribuyeron asesinatos, incendios de cosechas y edificios.

A pesar de que los grupos anarquistas de la zona afirmaban no tener nada que ver con dicha organización y que las pruebas eran inexistentes (se presionó a varios falsos testigos para que declarasen en contra de los imputados e incluso se aceptó como prueba un papel encontrado bajo una piedra en medio del monte con la lista de integrantes de la Mano Negra), las fuerzas de seguridad del Estado llevaron a cabo una durísima represión basándose en cuatro crímenes cometidos a finales de 1882 y los primeros meses de 1883. El resultado fueron quince campesinos condenados a muerte, de los cuales siete fueron ejecutados en la Plaza del Mercado de Jerez de la Frontera, el 14 de junio de 1884.

Aunque durante muchos años se ha discutido la existencia de tal supuesta organización, actualmente prácticamente todo el ámbito académico está de acuerdo en que fue un invento a la manera de la operación de bandera falsa o a modo de una imputación injustificada del gobierno de Sagasta para aplacar las revueltas en los campos del sur de España, como ya insinuó Vicente Blasco Ibáñez en su novela sociológica en 1905.[1]

Actualmente, se siguen realizando estudios sobre este tema (uno de los que destaca es el de Clara E. Lida, "La Mano Negra", 1972), en los cuales suelen imperar principios como el que se cita a continuación:
"Ese interés abrumador por imputar a los anarquistas cualquier crimen con el fin de deteriorar la imagen del colectivo ha sido una constante en la historia de este país y de cualquier país".

Batalla del Marne.

Ha habido dos combates que reciben el nombre de Batalla del Marne, ambos en el curso de la Primera Guerra Mundial. El término designa en general a la primera, que sucedió en el otoño de 1914.

La batalla se desarrolló del 5 al 9 de septiembre y marca el quiebre del plan Schlieffen y el comienzo de la guerra de posiciones.

Los alemanes llegaron al Marne y amenazaron con encerrar a los ejércitos del este el 2 de septiembre. Gracias a los primeros aviones, que hicieron su aparición en el campo militar como simples observadores, los franceses se dieron cuenta de la amenaza. El general Joffre creó un nuevo ejército en París. Además una transmisión de radio alemana fue detectada gracias a la antena de 24 m colocada justo en la cúspide de la Torre Eiffel. En dicha transmisión, que por error no se envió codificada, se transmitía que el ejército alemán estaba bloqueado debido al agotamiento de sus tropas.

El 5 de septiembre, el VI Ejército Francés, comandado por el general Maunoury, inició el combate contra el I Ejército Alemán, al mando del general von Kluck, entre Nanteuil-le-Haudouin y Meaux. El general Joseph Gallieni, gobernador de París, reunió a todos los taxis de la ciudad (unos 600, Renault AG principalmente) para enviar con urgencia 6.000 reservistas al campo de batalla, donde el general Maunoury sufría un violento ataque alemán el 7 de septiembre.

Las tropas alemanas, más expuestas, menos numerosas y alejadas de sus bases, cedieron y se replegaron el 10 de septiembre hasta el 13 de septiembre.

Batalla del Somme.

La Batalla del Somme de 1916 fue una de las más largas y sangrientas de la Primera Guerra Mundial, con más de un millón de bajas entre ambos bandos. Las fuerzas británicas y francesas intentaron romper las líneas alemanas a lo largo de un frente de 40 km al norte y al sur del río Somme, en el norte de Francia. El principal propósito de la batalla era distraer a las tropas germanas de la Batalla de Verdún; sin embargo, las bajas de la batalla del Somme terminaron siendo superiores a las de esta última.

La batalla es recordada principalmente por su primer día, 1 de julio de 1916, en el que los británicos sufrieron 57.740 bajas, de las cuales 19.240 fueron mortales. Constituye la batalla más sangrienta en la historia del Ejército Británico.

Igualmente terrible fue la batalla para el Ejército Alemán, descrita por uno de sus oficiales como "la tumba de barro del ejército en campaña". Cuando acabó la batalla, ambos bandos habían comprobado hasta qué punto podía ser mortífera la guerra moderna. La suma importancia del Somme en el devenir posterior de la guerra queda reflejada en las palabras del oficial e historiador británico Sir James Edmonds: "No es demasiado arriesgado decir que las bases de la victoria final en el Frente Occidental fueron sentadas por la ofensiva de 1916 en el Somme."

El mismo año se rodó el documental y filme propagandístico La Batalla del Somme, que utilizaba algunas escenas reales grabadas durante los primeros días de la batalla.

Preludio.
La estrategia que llevarían a cabo los aliados durante 1916 se diseñó en la Conferencia de Chantilly (Oise, Francia), entre el 6 y el 8 de diciembre de 1915. En ella se decidió que durante el año siguiente se realizarían tres ofensivas simultáneas contra los Imperios Centrales, con la esperanza de que éstos fuesen incapaces de resistir una guerra en todos los frentes. Los rusos atacarían desde el este, los italianos (recién incorporados a la guerra en el bando de la Triple Entente) lucharían contra los austrohúngaros en los Alpes y los británicos y franceses dirigirían una tercera ofensiva desde el oeste.

A finales de diciembre de 1915, el General Douglas Haig sucedió a John French como Comandante en Jefe de la Fuerza Expedicionaria Británica (FEB). Haig proyectó entonces una gran ofensiva de las fuerzas británicas sobre Flandes con el fin de expulsar a las fuerzas germanas de la costa belga y dificultar así las acciones de los U-Boot alemanes sobre los barcos de suministros aliados que cubrían la ruta entre Inglaterra y Normandía. Para que esta operación diese comienzo era necesario conseguir previamente la autorización del gobierno francés, ya que la ofensiva se realizaría desde su territorio. El visto bueno fue otorgado por el General Joseph Joffre en enero de 1916, pero tras nuevas discusiones durante el mes de febrero, se decidió cambiar la operación inicial por otra conjunta franco-británica en el valle del río Somme, situado en la región francesa de Picardía. El lugar fue escogido por servir de conjunción a las líneas francesas y británicas, cuya unión debería arrollar las líneas alemanas y asestar así un golpe mortal a su ejército. Lo que los aliados no sabían es que el enemigo había construido todo tipo de fortificaciones en la zona, tanto convencionales como subterráneas, lo cual iba a hacer la invasión mucho más difícil de lo esperado inicialmente.
Soldados neozelandeses del Regimiento de Auckland en una trinchera.

Los planes maestros estaban todavía empezando a tomar forma cuando los alemanes atacaron por sorpresa Verdún el 21 de febrero de 1916. Esto obligó a los franceses a centrar sus esfuerzos en la defensa de la ciudad, disminuyendo el número de tropas que podían aportar al nuevo frente del Somme y cediendo, por tanto, el papel protagonista en éste a los británicos. Conforme se estancaba el cada vez más sangriento frente de Verdún, el propósito del Somme evolucionó hasta convertirse más en una maniobra que distrajera a los alemanes y aliviara su presión sobre Verdún que en realizar un golpe maestro capaz de desbaratar por completo la estrategia germana. Los franceses enviarían finalmente al Somme un total de tres divisiones.

En el caso de los británicos, las seis divisiones desplegadas en Francia al comienzo de la guerra fueron prácticamente diezmadas tras las batallas de 1914 y 1915. Fue necesario, por tanto, enviar nuevos regimientos que constituyesen el grueso de las tropas de la futura ofensiva, en su mayor parte reclutados entre los voluntarios de la Territorial Force y el Ejército de Kitchener (llamado así porque se formó bajo los auspicios del Secretario de Estado de Guerra británico, Horatio Kitchener), que había empezado a constituirse en agosto de 1914. El súbito crecimiento del ejército demandó a su vez el nombramiento de un gran número de generales para que trazaran las maniobras mayores, los cuales fueron elegidos de manera un tanto caótica por culpa de las prisas y no siempre por razones de competencia o habilidad en el combate. El propio Haig había sido ascendido de forma meteórica, ya que se había incorporado a la guerra como Comandante del I Cuerpo Británico antes de dirigir el I Ejército y más adelante la FEB, compuesta por cuatro ejércitos (cinco más adelante) que comprendían 60 divisiones.

Para mediados de 1916, el azote de los Fokker E.I alemanes había sido neutralizado y los Royal Flying Corps (10 escuadrones con 185 aviones frente a 129 aeronaves alemanas) habían conseguido la supremacía sobre el espacio aéreo del Somme. Los británicos también se las ingeniaron para detectar desde el aire la artillería alemana, ya fuera por medio de aviones o globos, mientras evitaban con éxito que el enemigo hiciera lo mismo con sus propias defensas. No sería hasta septiembre cuando se inclinaría de nuevo la balanza en favor del bando alemán, debido a la incorporación de nuevos aeroplanos de diseño más moderno.

Consecuencias del primer día.
A las 22:00 horas, el comandante del IV Ejército Británico, Teniente-General Henry S. Rawlinson, ordenó que se reanudaran los combates. Debido a la confusión generalizada y las pobres comunicaciones, los mandos británicos tardaron algunos días en darse cuenta de la escala del desastre. Haig ordenó entonces al también Teniente-General Hubert Gough que tomara el mando sobre el sector norte, mientras el IV Ejército hacía lo propio con el sur. Gough, sin embargo, se dio cuenta del catastrófico estado de las tropas y rechazó la idea de reanudar inmediatamente las operaciones ofensivas, que no volverían a ponerse en marcha hasta el 3 de julio.

Los mandos británicos ignoraban igualmente las oportunidades que se les brindaban al sur de la carretera de Albert-Bapaume, donde habían conseguido algunos éxitos parciales. Actualmente se sabe que entonces había quedado abierto un agujero considerable en las defensas alemanas desplegadas entre Ovillers (situada junto a la carretera) y Longueval. El 3 de julio, una patrulla de reconocimiento perteneciente a la 18ª División Oriental Británica incluso se adentró cerca de 3 km en territorio ocupado sin encontrar una resistencia real por parte de los alemanes. Sin embargo, la oportunidad se perdió por la falta de recursos necesarios por parte de los británicos para explotarla, lo que permitió a los alemanes sellar poco tiempo después el pasillo abierto por los explosivos aliados.

El bosque de Mametz se encontraba todavía vacío el 3 de julio y no fue hasta el día siguiente cuando las tropas alemanas lo reocuparon. Seguirían dos intentos infructuosos por parte de los aliados antes de que pudiesen conquistarlo de forma definitiva el día 10. Los bosques de Bazentin y Elville, totalmente vulnerables tras el fin del primer día, costarían un gran número de vidas cuando intentasen tomarse más de un mes después, entre agosto y septiembre. En palabras de Auguste Rawlinson:

Estos cuatro días podían con toda probabilidad habernos permitido tomar posesión por completo de la hostil tercera línea de defensa, de la que en ese tiempo estaba finalizada menos de la mitad... Me pone enfermo pensar en los "podría haber sido".
Fusileros irlandeses de la 25ª Brigada, 8ª División, durante el primer día de la batalla.

Durante las dos primeras semanas de lucha, la batalla se redujo a una serie de pequeñas acciones sin relación entre sí mientras se preparaba una de mayor envergadura. Entre el 3 y el 13 de junio, sólo el IV Ejército de Rawlinson llevó a cabo 46 de estas "acciones" que le reportaron 25.000 bajas, sin que se produjera el menor avance. Estos resultados mostraban a las claras una diferencia abismal entre la estrategia puesta en práctica por los británicos y la de sus colegas franceses, y fue causa de no pocos roces entre ambos aliados. Mientras que Haig pretendía mantener una presión constante sobre el enemigo, Joffre y Foch apostaban por reservar sus fuerzas mientras se preparaban para un golpe mayor. El plan de guerra británico sólo consiguió una cierta victoria estratégica cuando Erich von Falkenhayn se vio obligado a detener la ofensiva sobre Verdún el 12 de julio, con el fin de redistribuir mejor sus fuerzas en el frente occidental y asegurarse así la contención de la ofensiva en el Somme. Aunque los combates sobre Verdún se seguirían produciendo hasta diciembre, serían ya los franceses quienes dictasen realmente el curso de los mismos.

Por su parte, Fritz von Below se vio obligado a pedir refuerzos para poder mantener el frente estable sobre el Somme, pues no podría aguantar durante mucho tiempo combatiendo con una relación de fuerzas de 3 (y a veces 4) contra 1. Las tropas alemanas se reorganizaron a partir del 19 de julio, tomando Von Below el mando sobre el I Ejército desplegado en el sector norte mientras Max von Gallwitz, recién llegado del frente rumano, se hacía cargo del II Ejército en el sector sur. Gallwitz fue nombrado así mismo comandante en jefe de todos los ejércitos desplegados en el Somme.

Los primeros refuerzos alemanes ya habían comenzado a afluir hacia el Somme el 2 de julio, cuando llegaron 7 divisiones, a las que se unieron otras 7 durante la semana siguiente. Entre julio y agosto, los alemanes habían dispuesto ya 35 divisiones extra en la línea de defensa frente a los británicos y 7 en la de los franceses. A finales del segundo mes sólo permanecía una división en reserva.

Los británicos tenían la esperanza de que los refuerzos alemanes provinieran de otros frentes cercanos. Con el fin de complicar el movimiento de los mismos, el ejército británico realizó un gran número de ataques furtivos y acciones de escasa entidad a todo lo largo de la línea de frentes. La operación de mayor magnitud (y peores resultados) fue la Batalla de Fromelles (19-20 de julio), en el Artois, que se saldó con 7.080 bajas entre los soldados británicos y australianos sin que se capturara porción alguna de terreno ni se sacara ningún provecho del movimiento de tropas alemanas desde el Artois al Somme.

Batalla de Verdún.

La Batalla de Verdún fue la más larga de la Primera Guerra Mundial, y la segunda más sangrienta tras la Batalla del Somme. En ella se enfrentaron los ejércitos francés y alemán entre el 21 de febrero y el 19 de diciembre de 1916, alrededor de Verdún, en el nordeste de Francia. El resultado fue de un cuarto de millón de muertos y alrededor de medio millón de heridos entre ambos bandos.

La batalla se popularizó por el famoso «¡No pasarán!» dicho por el comandante francés Robert Nivelle.

En el terreno donde se llevaron a cabo los enfrentamientos se construyó un memorial donde reposan mezclados los restos de miles de soldados de los dos países que no pudieron ser identificados.

Antecedentes.
El territorio de Verdún fue desde siempre un lugar inexpugnable durante toda la historia, desde Atila hasta la Guerra Franco-prusiana. En 1914 era un lugar simbólico y estaba magníficamente fortificado y con apoyo de artillería.

Después de que los alemanes fracasaran en conseguir una victoria rápida sobre Francia, la lucha en el frente occidental se convirtió en una Guerra de trincheras.

En 1915 el comandante en jefe alemán Erich von Falkenhayn planeó un ataque a Francia, desoyendo los consejos de Hindenburg, que prefería terminar totalmente con el frente ruso y esperar a que Serbia fuera también definitivamente aplastada. El plan consistía en una guerra de desgaste contra las tropas francesas para conseguir el mayor número de bajas de soldados y de material.

La situación de los aliados era bastante preocupante, pues aunque habían frenado en diversas ocasiones a los Imperios Centrales, éstos se hallaban en disposición de lanzar un ataque masivo en Francia si lograban acabar con el frente oriental, y probablemente ese ataque sería definitivo. Mientras que los aliados planeaban un ataque conjunto de Francia, Gran Bretaña, Rusia e Italia a ambos lados del río Somme, el Estado Mayor alemán presentaba sus planes al káiser Guillermo II. El plan alemán se basaba en que el mayor enemigo era Inglaterra y su "mejor espada" era el ejército francés, por ello se veían obligados a desangrarlo.

La batalla.
La elección de Verdún fue decidida debido a que Verdún, dividida en dos por el río Mosa, era una antigua fortaleza que había sido considerada a lo largo de la historia de Francia como un paso vital para introducirse en el centro del país: era la más imponente de las construidas por Luis XIV, y había permitido a Joffre recobrarse en el Marne. Por todo esto, los franceses se verían obligados a defender la plaza con todas sus fuerzas. Además la plaza estaba muy debilitada debido a que gran parte de sus piezas de artillería habían sido desplazadas de sus fortalezas para la ofensiva de Champagne, las tropas se hallaban aletargadas y apenas había comunicaciones entre las fortalezas. Los alemanes habían reunido 140.000 hombres y unos 1.220 cañones de los mayores calibres para terminar de aniquilar este sector defensivo francés.

El ataque alemán se inició el 21 de febrero de 1916, con un retraso de varios días debido a las inclemencias meteorológicas. El 5.º Ejército alemán bombardeó con dos millones de bombas un terreno de 40 km durante dos días, causando unas 20.000 bajas a los franceses y conquistando una serie de aldeas en poco tiempo, lo que les permitió plantarse ante los fuertes que defendían la ciudad, siendo el más poderoso el más rápido en caer (Fort Douaumont), y controlando las líneas de suministro que llegaban desde el río Mosa. Los alemanes usaron lanzallamas contra las trincheras francesas. Este primer ataque duró hasta el 2 de marzo, y las pérdidas fueron considerables para ambos bandos.

Pese a estos exitosos avances alemanes, la defensa francesa, organizada ahora por Pétain, desarrolló un sistema de rotación de efectivos y armas, que unido a la superioridad aérea francesa y al uso de vehículos civiles para el abastecimiento por la única carretera que no había sido destruida, provocó que el avance frontal germano fuera imposible. Los alemanes entonces se dedicaron a atacar los flancos y se lanzaron hacia la colina de Le mort Homme y a la cota 304 el 6 de marzo, y el día 8 a Fort Vaux. En tres meses los alemanes capturaron Cumières y Chattancourt en el oeste de Verdún, y Fort Vaux en el este sobre el 2 de junio.

El temor a la derrota comenzaba a planear en ambos bandos debido a las incontables bajas que se estaban produciendo, y Pétain y el príncipe Guillermo comenzaron a ser desplazados por los más crueles Robert Georges Nivelle y Von Knobelsdorf.

El siguiente objetivo alemán fue Fort Souville. El 22 de junio bombardearon las defensas francesas con gas venenoso y al día siguiente atacaron con 60.000 hombres, ocupando la batería de Thiaumont y la villa de Fleury, pero fueron incapaces de tomar Souville, y la lucha se prolongó hasta el 6 de septiembre.

Inesperadamente, el avance germano tuvo que ser paralizado debido al ataque realizado por el general ruso Brusilov sobre los austríacos, que obligó a desplazar tres divisiones alemanas a la zona del ataque. La reanudación de la Batalla del Somme obligó a los alemanes a retirar algunas de sus piezas de artillería de Verdún para defenderse de la ofensiva anglo-francesa en el norte, justo en el momento en el que Pétain había solicitado a Joffre la retirada, y la moral francesa se encontraba por los suelos.

En otoño, los soldados alemanes estaban exhaustos, y el comandante en jefe Von Falkenhayn había sido reemplazado en favor de Paul von Hindenburg y por su co-comandante Erich Ludendorff.

Los franceses lanzaron una contraofensiva en octubre de 1916. Fort Douaumont fue bombardeada duramente y recuperada el 24 de octubre. El 2 de noviembre los alemanes perdieron Fort Vaux y se retiraron. La batalla terminó el 11 de diciembre cuando los franceses lograron que los alemanes retrocedieran a sus posiciones de febrero.

Consecuencias.
Los alemanes consiguieron más bajas del lado francés, a pesar de superar en número de soldados a los franceses y haberse retirado. Las bajas fueron espantosas en ambos bandos debido a nuevos tipos de armas, como el lanzallamas y el gas venenoso.

En ambas naciones quedó un sentimiento de abatimiento a causa del enorme esfuerzo humano y bélico realizado para no obtener casi nada a cambio.

Guerras del Opio.


Las Guerras del Opio , también conocidas como las Guerras Anglo-Chinas, fueron dos guerras que duraron de 1839 a 1842 y de 1856 a 1860 respectivamente, el punto culminante de los conflictos comerciales entre la China y el Reino Unido. El contrabando británico de opio de la India Británica hacia la China y los esfuerzos del gobierno chino para imponer sus leyes contra las drogas llevaron al conflicto. Francia luchó al lado de Gran Bretaña en la segunda guerra.

La derrota de la China en las dos guerras forzó al gobierno a tolerar el comercio del opio. El Reino Unido coaccionó al gobierno a firmar Tratados Desiguales, abriendo varios puertos al comercio exterior y entregándole Hong Kong a Gran Bretaña. Portugal siguió a Gran Bretaña y forzaron términos de intercambio desiguales para la China (Tratado de Nankín, cesión de Hong Kong a Gran Bretaña y ampliación de Macao para Portugal). Esta humillación por obra de potencias exteriores contribuyó a la Rebelión Taiping (1850–1864), la Rebelión Boxer (1899–1901), y la caída de la Dinastía Qing en 1911.

Antecedentes.
El comercio marítimo directo entre Europa y la China comenzó en el siglo XVI, después de que los portugueses establecieron la colonia de Goa en la India, y poco después la de Macao en el sur de la China. Después de la adquisición española de las Filipinas, el ritmo del intercambio entre la China y el Occidente se aceleró dramáticamente. Los galeones de Manila trajeron más plata a la China que la Ruta de la seda. El gobierno Qing intentó limitar el contacto con el mundo exterior a un mínimo. Los Qing sólo permitieron el comercio por el puerto de Cantón, que es ahora Guangzhou. Rigurosos trámites y monopolios autorizados fueron establecidos para restringir el flujo del comercio, teniendo como resultado altos precios de venta para los artículos importados y demanda limitada. España empezó a vender opio a los chinos, junto con productos del Nuevo Mundo tales como el tabaco y el maíz, para prevenir un déficit comercial. Con la implantación de las Compañías Británicas y Holandesa de Indias Orientales, el comercio con China se multiplicó.

A causa de la alta demanda de té, seda, y porcelana en Gran Bretaña y la baja demanda de mercancías británicas en China, Gran Bretaña tenía un gran déficit comercial con China y debía pagar estos artículos con plata. Gran Bretaña comenzó a exportar ilegalmente opio a la China desde la India Británica en el siglo XVIII para contrarrestar su déficit. El comercio del opio creció rápidamente, y el flujo de plata comenzó a reducirse. El Emperador Yongzheng prohibió la venta y la costumbre de fumar opio en 1729 a causa del gran número de adictos.

La disputa se desató debido al comercio del opio, el cual se veía desde ambos lados de maneras muy distintas. El emperador censuró el opio en la China debido al efecto negativo de éste en la población, los británicos en cambio, veían al opio como el mercado ideal que los ayudaría a compensar el gran comercio con la China. Estas guerras y los subsiguientes tratados firmados entre las potencias resultaron en que varios puertos de la China se abrieran para el comercio con Occidente que condujeron en parte a la caída de la economía china. Estas guerras se consideran como la primera guerra de drogas.

Crecimiento del comercio del opio.
La Dinastía Qing de la China, era cada vez más asediada por potencias extranjeras que demandaban un comercio bilateral con la China, tras una gran caída a principios del siglo XIX. Los europeos compraban porcelana, seda, condimentos y té chinos, pero eran incapaces de vender algún bien de interés para la China, en lugar de eso, se veían obligados a pagar con plata, esto significaba un gran esfuerzo para las ya apretadas finanzas europeas provocadas por las guerras napoleónicas.

El opio era producido en la China desde el siglo XV, era mezclado con tabaco en un proceso inventado por los españoles, que luego fue dominado por los holandeses en el siglo XVII y generalizado de forma masiva por los británicos en el XVIII. Al observar los problemas de salud y sociales vinculados con el consumo de opio, el gobierno imperial chino lo prohibió en 1829.

Los británicos comenzaron la producción de opio a mediados del siglo XVIII en la India en cantidades significativas, aprendieron el arte del estado mongol, quienes comerciaron con opio al menos desde el reino de Akbar (1556–1605), e iniciaron el comercio de opio por plata en el sur de la China. Los británicos observaron las grandes ganancias que potencialmente traería el mercado del opio (previamente dominado por Yakarta controlada por Holanda) al invadir Bengala en 1764. Las ganancias se acercaban al 400 por ciento y la amapola crecía casi en todas partes.

Las exportaciones de opio de los británicos crecieron vertiginosamente, de aproximadamente 15 toneladas en 1730 a 75 toneladas en 1773, embarcadas en más de dos mil cajas con 70 Kg de opio cada una.

Opio.

El opio es una droga analgésica narcótica que se extrae de las cabezas verdes de la adormidera (Papaver somniferum). La adormidera (parecida a una amapola común), es una planta que puede llegar a crecer un metro y medio y con flores blancas, violetas o fucsia. Es una planta anual, que puede comenzar su ciclo en otoño aunque lo habitual es a partir de enero, florece siempre a finales de mayo y es cuando se puede proceder a la recolecta del opio.
Extracción y preparación.
El opio se extrae realizando incisiones superficiales en las cabezas, todavía verdes, de la adormidera unos días después de caerse los pétalos de las flores. Los cortes exudan un látex blanco y lechoso, que al secarse se convierte en una resina pegajosa marrón. Esta resina se raspa de las cabezas obteniéndose así el opio en bruto, al dejar secar este durante más tiempo se convierte en una piedra más oscura y cristalina a la vez que pierde agua y se concentran los alcaloides.

55 días en Pekín.

Junio de 1900. China se halla bajo la ocupación de las potencias occidentales, que se reparten su territorio en zonas de influencia. Los misioneros cristianos predican su religión y destruyen las estatuas de Buda. Esto provoca una revolución nacionalista, la de los Boxers, que quiere la expulsión de todos los extranjeros de China.
Una compañía de marines de los Estados Unidos, bajo el mando del mayor Matt Lewis, llega a Pekín con la misión de evacuar la embajada americana pero el embajador británico, Sir Arthur Robinson, decide quedarse y eso hace que todos los demás embajadores se queden también al saber que una columna de socorro de 2.000 hombres se halla en camino.
El 20 de junio es asesinado el embajador alemán y el mayor Lewis, puesto al mando de las fuerzas militares extranjeras, organiza la defensa del barrio de las legaciones extranjeras con los 500 hombres de que dispone. Cuando el ataque se produce 6.000 chinos se lanzan al asalto y sólo la disciplina, la profesionalidad y la superioridad armamentística logran rechazar el ataque, comienza así un cruento asedio.
La emperatriz nombra a un nacionalista, el príncipe Tuan, ministro de asuntos exteriores y decide apoyar la revolución ordenando al ejército regular chino que ataque a la columna de socorro y esto frena el avance del almirante británico Seymour.
Mientras, los asediados rechazan un ataque tras otro, ofreciendo una feroz resistencia, pero se ven obligados a replegarse cada vez más, presionados por la superioridad numérica y porque a las milicias bóxers se ha unido ahora el ejército regular chino.
Entretanto el mayor Lewis inicia una relación con la baronesa rusa Natalia Ivanoff, una bella mujer viuda de un oficial ruso repudiada por la sociedad y acosada por su cuñado el barón Ivanoff, que ha decidido quedarse para ayudar al doctor como enfermera. La situación se convierte en insostenible faltan medicinas y alimentos para los heridos. Natalia consigue una tregua y sale para conseguir medicinas pero es atacada a traición y herida de un balazo en un brazo. Lewis intenta una salida para contactar con la columna de socorro, pero no lo consigue y regresa también herido. La situación se vuelve desesperada. Natalia se niega a que le amputen el brazo para evitar la gangrena y muere.
Los defensores se preparan para ofrecer una última resistencia, pero la columna del almirante Seymour logra abrirse paso a través del ejército chino y el 14 de agosto alcanzaron el barrio de las delegaciones extranjeras, liberándolas tras 55 días de duro asedio y obligando a la emperatriz a rendirse y plegarse a las exigencias de las potencias extranjeras.
Lewis abandona Pekín con los hombres que le quedan y se lleva a la hija mestiza de su sargento muerto en la lucha.

Atentado de Sarajevo.

El 28 de junio de 1914, en la ciudad de Sarajevo, Gavrilo Princip, un miembro del grupo nacionalista Joven Bosnia (o Mlada Bosna), asesina al príncipe Francisco Fernando de Austria, heredero de la Corona del Imperio austrohúngaro, así como a su esposa, la condesa Sofía Chotek. Este atentado de Sarajevo resultó ser el detonante inmediato de la Primera Guerra Mundial.

Contexto histórico y geopolítico.
En 1878, Bosnia y Herzegovina fueron ocupadas por el Imperio Austrohúngaro, anexionándoselas dicho Imperio en el año 1908. Una parte importante de la población del territorio, especialmente los habitantes serbios, se oponían a esta ocupación y deseaban la unificación del territorio bien fuese con Serbia bien con otros países eslavos. Este resentimiento es el que se halla en el origen del atentado.

Las autoridades austriacas eligieron el 28 de junio de 1914, el día en que los serbios celebran el Vidovan (una festividad religiosa importante entre los serbios de religión ortodoxa), como fecha para la visita del archiduque a la ciudad de Sarajevo. La fecha correspondía igualmente a la del décimo cuarto aniversario del matrimonio de los archiduques. Hay que destacar que la familia imperial de los Habsburgo consideraban a Sofía Chotek, según el antiguo protocolo, como carente de una posición adecuada como para permitírsele el matrimonio con el heredero del trono imperial, no obstante su pertenencia a una familia de la más alta y antigua nobleza de origen checo. Por ese motivo ambos cónyuges se habían visto forzados a contraer un matrimonio morganático, y Sofía llevaba desde entonces una vida retirada en la ciudad de Viena. El 28 de junio, Francisco Fernando, pues, deseaba aprovechar la visita para aparecer públicamente junto a su esposa, lo que comportó consecuencias dramáticas.

Las circunstancias del viaje de inspección del archiduque Francisco Fernando con motivo de unas grandes maniobras militares organizadas en Bosnia-Herzegovina parecen haber favorecido a los asesinos. El día escogido, el 28 de junio, día de Vidovan para los serbios, era en definitiva el aniversario de la derrota ante los turcos en 1389 durante la Batalla de Kosovo. El viaje en ese día del Archiduque Heredero del Imperio e Inspector General de los Ejércitos era considerado, pues, por los más exaltados de la comunidad serbia como una auténtica provocación. Bilinski, el ministro de Finanzas del Imperio, encargado además de la administración desde Viena del territorio de Bosnia-Herzegovina, rechazó igualmente tener en cuenta la advertencia del embajador serbio en Viena, Jovan Jovanovic, que alertaba de que se hallaba en curso de preparación un atentado coincidiendo con la visita.

Por otro lado, la orden del príncipe de Montenuovo de no rendir honores militares y de retirar a las tropas (40.000 hombres) de Sarajevo, con la excusa de que la duquesa de Hohenberg (título concedido a Sofía Chotek para salvar las apariencias protocolarias de la familia imperial) no era en sentido estricto miembro de la familia imperial y por lo tanto no podía recibirlos, tuvo como consecuencia la privación para la pareja de la protección que habría supuesto el ejército.

Para terminar, el error del itinerario, tras un primer atentado dos horas antes, al obligar al vehículo que conducía al archiduque y su esposa a detenerse en medio del gentío, puso a ambos justo bajo el punto de mira de su asesino, Gavrilo Princip.

Todo parece hacer pensar que el atentado de Sarajevo, con la subsiguiente muerte del archiduque y su esposa, resultaba conveniente para muchos. Hubo incluso sospechas de que el conde Tisza, primer ministro de Hungría, hubiese tenido algún tipo de participación en el atentado, ya que al conocer la muerte del archiduque, que le era francamente hostil, exclamó en pleno Parlamento de Budapest: "¡La voluntad de Dios se ha cumplido!" La sospecha es en apariencia inverosímil, pero sirve para hacerse una idea de la atmósfera que rodeó en su momento al atentado.

El asesinato.
Tampoco hay fuentes que permitan determinar exactamente lo que realmente sucedió, aunque las actas del proceso judicial permiten reconstruir la planificación y ejecución del atentado. Salidos de la capital de Serbia, Belgrado, donde recibían entrenamiento, los conspiradores pudieron atravesar la frontera austrohúngara sin problemas merced a la complicidad probada de agentes al servicio de Serbia, para regresar así a Sarajevo pocos días antes de la llegada del archiduque y su esposa.

Los siete conspiradores carecían de cualquier experiencia en el manejo de las armas, y tan sólo por una extraordinaria sucesión de coincidencias lograron el éxito final para sus propósitos. A las 10:15 horas de la mañana, el cortejo de seis vehículos pasó ante el primer miembro del grupo, Mehmedbašić, que intentó apuntar desde la ventana de un piso alto, aunque no logra obtener un buen ángulo de tiro, decidiendo no disparar para no comprometer el éxito de la misión. El segundo miembro, Nedeljko Čabrinović, arrojó una bomba (o un cartucho de dinamita, según algunos informes) contra el vehículo del archiduque, pero falló el lanzamiento: Francisco Fernando, que cogió la bomba con sus propias manos, la lanzó fuera del vehículo;[1] la explosión destruyó al vehículo que seguía al del archiduque, hiriendo gravemente a los pasajeros del mismo, así como a un policía y a parte del gentío de espectadores. Čabrinović tragó su cápsula de cianuro y se arrojó al río Miljacka. La caravana de vehículos se dirigió hacia el Ayuntamiento de la ciudad, mientras que la muchedumbre se dispersaba debido al momento de pánico. La policía sacó a Čabrinović del río, y éste fue fuertemente golpeado por el público antes de ser puesto bajo custodia policial. La cápsula de cianuro que había ingerido estaba caducada o bien tenía una muy escasa concentración de veneno, por lo que no había producido el efecto esperado. Por otra parte, contra lo que él esperaba, el río sólo tenía entonces 10 cm de profundidad, siendo pues imposible intentar el ahogamiento. Respecto de otros componentes del grupo terrorista, algunos huyen al oír la explosión, presumiendo que el archiduque ha sido asesinado.

El resto de los conspiradores no tuvo oportunidad de actuar debido a los movimientos de la muchedumbre, y el atentado estaba a punto, pues, de resultar un estrepitoso fracaso. No obstante, el archiduque decidió encaminarse hacia el hospital para efectuar una visita a las víctimas de la bomba de Čabrinović allí ingresadas. Durante este tiempo, Gavrilo Princip, para quien el móvil principal de su intervención en el atentado era "la venganza por todos los sufrimientos que Austria hacía sufrir al pueblo", se había dirigido hacia una tienda de las cercanías para adquirir un bocadillo (ya que o bien se había resignado a la mala suerte, o bien pensaba que el archiduque había fallecido en la explosión), y justo en ese momento ve al coche del archiduque Francisco Fernando pasar por las cercanías del Puente Latino. Princip alcanzó el vehículo y disparó por dos veces: la primera bala atravesó la puerta del vehículo alcanzando a la archiduquesa en el abdomen, mientras que la segunda bala hirió a Francisco Fernando en el cuello. Ambos fueron inmediatamente llevados a la residencia del gobernador (y no al hospital, más cercano que dicha residencia), falleciendo unos quince minutos más tarde a consecuencia de las heridas recibidas.

Princip intentó suicidarse, en primer lugar mediante la ingesta de la cápsula de cianuro, y luego incluso con su propia pistola, pero vomitó el veneno (lo mismo que le había sucedido a Nedeljko Čabrinović, lo que le hizo pensar a la Policía que el grupo se había procurado un veneno poco fiable por su baja concentración), y la pistola le fue arrancada de las manos por un grupo de espectadores antes de que tuviese siquiera tiempo para utilizarla contra sí mismo.

Consecuencias.
Artículo principal: Crisis de Sarajevo

Durante su interrogatorio, Princip, Čabrinović y el resto de los conjurados no develaron nada respecto de la conspiración. Las autoridades consideraron que se debía seguir manteniéndolos bajo arresto, hasta que uno de los miembros, Danilo Ilic, perdió la paciencia confesándolo todo, entre ello el hecho de que el armamento utilizado había sido suministrado por agentes del gobierno de Serbia.

El Imperio austrohúngaro acusó a Serbia del asesinato y, durante las deliberaciones del Consejo de la Corona del 7 de julio de 1914, impuso un ultimátum. Uno de los puntos incluidos en dicho ultimátum era particularmente de imposible realización, hasta el punto de que Serbia no podía aceptar el conjunto de las condiciones en él contenidas. La redacción del ultimátum únicamente contó con la oposición del conde Tisza, el primer ministro de Hungría. Al día siguiente, 8 de julio, escribió una carta en la que prevenía de este modo al emperador Francisco José: "Un ataque contra Serbia comportaría casi con toda seguridad la intervención de Rusia, con lo que tendría lugar una guerra mundial." El 25 de julio, apoyado por Rusia, el Gobierno de Serbia rechazó la participación de policías austriacos en las investigaciones a realizar en territorio serbio. Las relaciones diplomáticas entre ambos Estados quedaron inmediatamente interrumpidas. El 28 de julio de 1914, Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia lo que, debido al juego de alianzas, provocó el estallido de la Primera Guerra Mundial. En el diario Wiener Zeitung del 29 de julio, Francisco José declaró al respecto: "He examinado y sopesado todo; avanzo con la conciencia tranquila por el camino que me indica mi deber."

Todos los miembros del complot fueron condenados a penas de prisión (salvo Danilo Ilić, que fue ahorcado). Čabrinović y Princip fallecieron en prisión, aquejados de tuberculosis.

Henry Morton Stanley.


Sir Henry Morton Stanley, (Denbigh, Gales 28 de enero de 1841 -Londres, Reino Unido 10 de mayo de 1904) Nacido: John Rowlands. Fue un explorador y periodista galés nacionalizado estadounidense, famoso por sus expediciones a la entonces misteriosa África central, en una de las cuales encontró al desaparecido David Livingstone.

En busca de Livingstone.
En el año 1869, en París, el editor del New York Herald, James Gordon Bennett le encargó la búsqueda del explorador y misionero David Livingstone, del que no se tenía noticia desde hacía algunos años, pero antes le encarga que asista como corresponsal a la inauguración del Canal de Suez, para luego ir a Jerusalén, Constantinopla, Crimea, y llegar a la India a través del Cáucaso, Irak y el Éufrates. Tras este periplo Stanley viajó hasta la isla de Zanzibar en 1871 y organizó una expedición para localizar al misionero escocés.

El objetivo de la expedición era la aldea de Udjidji, en el lago Tanganika, donde esperaba localizar a Livingstone, lo encontró, gravemente enfermo, el 10 de de noviembre de 1871, en el momento del encuentro fue cuando pronunció la célebre frase "¿El doctor Livingstone, supongo?". Traba bastante amistad con el médico escocés y juntos exploran la parte norte del lago Tanganika. Al terminar su recorrido, Stanley volvió solo a las costas de Zanzibar, sin que Livingstone, quisiera acompañarlo.

De vuelta a Gran Bretaña, advierte que casi nadie cree lo que cuenta de su encuentro y dudan de la autenticidad de las cartas que presenta, firmadas por Livingstone.

La expedición del río Congo (1874-1877).
En 1874, el periódico británico Daily Telegraph y el estadounidense New York Herald, financiaron conjuntamente otra expedición al continente africano, una de sus misiones era resolver el último gran misterio de la exploración africana, el seguimiento del curso del río Congo hasta el mar. Partió el 12 de noviembre de 1874, de la isla de Zanzibar, en el océano Índico y después de 999 días, el 9 de agosto de 1877, Stanley arrivó a Boma un puesto avanzado portugués en la desembocadura atlántica del río Congo. En su viaje alcanzó los lagos Victoria y Tanganica que circunnavegó y siguió hacia el río Lualaba para comprobar si continuaba en el río Nilo, como pensaba Livingstone o hacia el oeste para continuar en el río Congo. En la expedición partieron 356 personas, de las que sólo 114 alcanzaron el final, siendo Stanley el único europeo que lo consiguió.

David Livingstone.



David Livingstone, médico, explorador y misionero escocés. Nació en Blantyre, Glasgow (Escocia) el 19 de marzo de 1813 y falleció el 1 de mayo de 1873 en Chitambo, Rhodesia Septentrional.

Actividad misionera.
En 1844 contrajo matrimonio con Mary Moffat, hija de Roberto y Maria Moffat, misioneros escoceses.


Casi siempre que se habla de los misioneros protestantes en África sale a relucir el nombre de David Livingstone. Su profundo amor al “continente negro” y un espíritu explorador aumentaron su motivación. The New Encyclopædia Britannica menciona que “el cristianismo, el comercio y la civilización” eran “la trinidad que, según él, estaba destinada a conquistar África”.

Aunque es verdad que Livingstone cosechó muchos logros, la predicación del evangelio obviamente no tuvo la primacía en su vida.

La Britannica sintetiza sus treinta años de labor misionera “en el sur, centro y oriente de África, a menudo en lugares donde no había penetrado europeo alguno”, de esta manera: “Probablemente nunca nadie haya influido tanto en las actitudes occidentales respecto de África como Livingstone. Sus descubrimientos —geográficos, técnicos, médicos y sociales— suministraron un complejo conjunto de conocimientos que aún son objeto de estudio. [...] Livingstone creía de corazón en la capacidad de África para alcanzar al mundo moderno. En este sentido, no fue solo un precursor del imperialismo europeo en África, sino también del nacionalismo africano”. Livingstone mostró gran compasión por los africanos.

Descubrimiento de las Cataratas Victoria

Después de recorrer durante ocho años la región ejerciendo su actividad misionera, se adentró en el desierto de Kalahari y descubrió el lago Ngami (1849) y el río Zambeze. Entre los años 1852 y 1856 inicia un viaje desde el océano Atlántico hasta el Índico descubriendo en 1855 las cascadas del Zambeze, a las que dio el nombre de cataratas Victoria en honor de la reina de Inglaterra. Livingstone se propuso abrir rutas en África para facilitar la labor misionera y la actividad comercial, considerando para ello la importancia de la navegabilidad del río Zambeze. Viajó a Inglaterra en busca de ayuda para su proyecto y para editar un libro acerca de sus expediciones, al tiempo que dimitía de la sociedad misionera a la que había pertenecido hasta entonces.
Expedición al río Zambeze [editar]

Entre 1858 y 1863 exploró profundamente la zona comprendida entre el lago Nyassa y el Zambeze pero descubrió que desde los rápidos de Kabrabasa (Presa de Cahora Bassa) el río se hacía absolutamente innavegable, debido a una serie de cataratas y rápidos en cuya exploración ya había fracasado en su anterior viaje. La expedición resultó un fracaso y en ella murieron la mayoría de los acompañantes occidentales de Livingstone, entre ellos su hermano Charles y su esposa Mary, quien falleció el 29 de abril de 1863 de disentería. De regreso a Inglaterra en 1864, la expedición al Zambeze fue duramente criticada por los periódicos, lo que provocó que Livingstone tuviera grandes dificultades para conseguir más fondos para continuar con la exploración de África.
Nacimiento del Nilo
David Livingstone

En marzo de 1866 regresó a África para continuar con su exploración. Esta nueva expedición la inició en la isla de Zanzíbar (actualmente perteneciente a Tanzania), para adentrarse a continuación en el continente africano donde descubrió los lagos de Bangweulu y Moero y el río Lualaba, que fue erróneamente identificado por Livingstone como el Nilo, cuando realmente es la cabecera del río Congo. Posteriormente se encaminó hacia las riberas del lago Tanganica.
Encuentro con Stanley

A partir de entonces y durante varios años no se supo nada acerca de él, por lo que el periódico New York Herald organizó una expedición de socorro que fue confiada a Henry Stanley, quien, en 1871, consiguió encontrar a Livingstone en las orillas del citado lago, en la ciudad de Ujiji. En ese encuentro Stanley pronunció su famosa frase: "Doctor Livingstone, supongo".

Le hizo la siguiente curiosa alusión: “Stanley, yo he leído la Biblia cuatro veces mientras estaba esperando en Manyuena. Todo lo que soy lo debo a Cristo Jesús, revelado para mí en su Libro divino. ¡Oh, Stanley, Stanley, aquí está el manantial de la fuerza y del poder que transforman! “.

Ambos decidieron explorar conjuntamente Tanganica, hasta que un año después tomaron caminos diferentes.
Enfermedad y muerte

Livingstone prosiguió sus exploraciones hasta que murió el 1 de mayo de 1873, en Zambia a causa de la malaria y de una hemorragia interna producida por disentería. Su cadáver fue trasladado a Inglaterra y enterrado en la Abadía de Westminster, pero los africanos enterraron su corazón en África porque decían que su corazón estaba en África.