Blas Cabrera Felipe: un físico canario en la diáspora

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Con ocasión del Año Internacional de la Física y porque es de justicia, no queremos dejar en las penumbras del olvido a este insigne científico canario a nivel mundial. Queremos encender las luces que enfoquen su vida y su quehacer en este campo de la Ciencia y dejar de manifiesto la valía de un isleño norteafricano que, como tantos otros en las diversas ramas del saber, despuntó en la comunidad científica fuera de la patria canaria que le vió nacer, sirviendo de alguna u otra forma en las diferentes etapas políticas a los intereses de la metrópoli (republicana en los últimos años de su vida).

Con el advenimiento del fascismo a España y a sus posesiones de ultramar, la figura de Blas Cabrera se difuminó totalmente, siendo ignorado y despreciado de forma ignominiosa por los bárbaros recién llegados al poder colonial. Nuestra pretensión al glosar su figura nace de la tristeza que nos embarga al ver malograda una hiperinteligencia por culpa de la ignorancia vestida de uniforme. Sirva este artículo como desagravio y como argumentación directa para algunos canarios inmersos de lleno en el complejo del colonizado (que tan magistralmente describió Franz Fannon), que pregonan de forma continuada una estúpida endofobia y que actúan como auténticos vectores opuestos, en sentido contrario al vector suma que debe apuntar hacia la independencia. Esta última sería el único objetivo capaz de crear un Estado donde nuestro personaje se hubiera sentido verdaderamente valorado por los compatriotas. Sin embargo, y desgraciadamente, merced a esas fuerzas opuestas la fuerza resultante es prácticamente nula. Nuestro homenaje se dirige pues a la figura relevante de mente fecunda, como las vides surgidas desde la fuerza telúrica de los volcanes de su Lanzarote natal.

Nace Blas Cabrera en Arrecife, en 1878, en el seno de una noble familia, cursando sus primeros estudios en La Laguna de Tenerife y trasladándose a continuación a España, donde prosiguió sus estudios superiores obteniendo en 1901 el título de doctor en ciencias físico-matemáticas por la Universidad de Madrid. Uno de sus principales descubrimientos a nivel mundial, en relación a los electrólitos, fue la formulación de una teoría acerca de la disociación de los mismos, sentando un importante precedente científico al coincidir años más tarde con la tesis que formuló Debye-Huckel, vigente en la actualidad.
En 1910 ocupó la presidencia de la Academia de Ciencias, después de que en 1905 ganara la cátedra de Electricidad y Magnetismo de la Universidad de Madrid, de la que incluso llegó a ser rector.

Llevado por su amor a la investigación y dado que en la Metrópoli la ciencia no disponía de apoyos económicos suficientes -como así siempre ha sucedido, habida cuenta que al espíritu español de todas las épocas más que investigar lo que le atraía era conquistar otros pueblos- en 1912 marcha a Zurich (Suiza), empeñado en el aprendizaje de los nuevos métodos experimentales del Dr. Pierre Weiss. Este último desarrollaba por aquella época estudios sobre la susceptibilidad magnética de las soluciones salinas. Es decir, investigaba la sensibilidad de dichas soluciones a los campos magnéticos inducidos, de indudable importancia práctica. Sin embargo la teoría del magnetón de Weiss, como unidad natural del magnetismo molecular, fue años más tarde superada y sustituída por el magnetón de N. Bohr.

Como anécdota que el propio Blas Cabrera refiere (en una carta reproducida por Sánchez Ron) se alude al desprecio que inicialmente sufrió por parte del físico suizo Weiss cuando este le dijo que no tenía sitio donde alojarle a él y a su esposa e hijos (con los que se trasladó). Esta humillación supuso para Cabrera la constatación de que España no contaba absolutamente para nada en el contexto de la ciencia mundial. Finalmente, siendo el suizo consciente del gran interés mostrado por el físico canario y de las sugestivas propuestas que aportaba a la investigación, le hizo un huequito en su laboratorio. Y nos preguntamos: ¿Si en lugar de acudir a Suiza oficialmente como científico "español" lo hubiera hecho como canario perteneciente a un estado independiente, habría sido igual el trato? ¿No influiría entre la comunidad científica mundial de la época el analfabetismo funcional en este campo mostrado desde siempre por España (el famoso"que inventen ellos")?. ¿No hubiera surgido al menos una corriente de simpatía y admiración por parte de Weiss al tener ante sí a un científico isleño norteafricano? Sería desde luego un buen motivo de reflexión. Cae uno en la cuenta, con esta anécdota, de la marginación, la ignorancia y el aislamiento sufridos por el pueblo canario durante el largo período colonial de 500 años que aún persiste. Y además, con más motivo si cabe cuando se constata a su vez el carácter acientífico y cuasi tosco de la potencia metropolitana. ¿En qué manos estuvo y seguirá estando nuestro pueblo, si no se remedia por la emancipación isleña, habida cuenta del alto grado de aculturación, desconocimiento, poco hábito a la lectura o decadente TV, en que aún a comienzos del siglo XXI nos somete el colonialismo español? ¿Comprenderán ahora muchos de nuestros compatriotas canarios atoletados el porqué de la lucha liberadora de pueblos tan cultos como el catalán o el euskaldun, allá en Europa?
Por otra parte la lengua española, utilizada únicamente en las revistas especializadas de ese país, era -y es- absolutamente desconocida en el ámbito editorial científico mundial, a nivel de publicaciones, revistas o artículos, y esta circunstancia evidentemente supuso un obstáculo para la difusión de las teorías del científico canario.

De regreso a la Metrópoli Don Blas siguió investigando en el comportamiento paramagnético y diamagnético de las disoluciones químicas expresado mediante una ecuación matemática, que motivaron su nombramiento como director del Instituto Nacional de Física y Química (Fundación Rockefeller), además del aumento de su prestigio internacional. Fruto de este reconocimiento fue la relación con eminentes científicos de la época, tales como Albert Einstein, Bohr o Marie Curie, entre otros. A partir de su encuentro con A. Einstein en 1923, del cual aceptó prontamente su teoría de la relatividad (como lo demuestran la publicación en el mismo año de su "Principio de relatividad" y la previa difusión de las ideas relativistas en sus conferencias en Argentina, en 1920), su fama mundial fue en aumento. En 1927 publicó "El atomo y sus propiedades electromagnéticas" . Intensificó las relaciones con Einstein a partir de 1928, año en el que fue designado miembro de la Comisión Científica del Instituto de Física Solvay, a propuesta de aquel y de Marie Curie. Este nombramiento supuso el máximo reconocimiento mundial, superior incluso al Nobel. En 1933 fue elegido secretario del Comité Internacional de Pesas y Medidas, con sede en Paris.
Al triunfar el golpe de estado fascista en España Blas Cabrera tuvo que huir a Francia en octubre de 1936, siendo desposeído de su cátedra por ser un "liberal" y encima canario. Durante la dictadura española se eliminaron de un plumazo los justos criterios anteriores por los que un científico podía triunfar por sus propios méritos y no por avales aristocráticos y eclesiásticos, como ocurrió con muchos "científicos" adictos al franquismo. Esto motivó la creación en 1940 del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas), que aunque actualmente acoge a la mayoria de los investigadores del Estado Español, su origen no deja de ser de lo más lamentable.

Al terminar la guerra civil el científico canario quiso volver a su patria isleña, pero el gobierno español no sólo no le permitió regresar sino que en el colmo de la crueldad le exigió que renunciara a su cargo en el Comité Internacional de Pesas y Medidas. La envidia que le profesaban sus mediocres colegas españoles, que no podían permitir que un canario les hiciera sombra, fue determinante para que Don Blas se olvidara de España y decidiera emprender una nueva vida, exiliándose en la República de México en 1941, de cuya Universidad Nacional Autónoma (UNAM) fue nombrado profesor. Allí permaneció hasta 1945 en que falleció a la edad de 67 años, muy probablemente acompañado por la nostalgia del mar y de los volcanes de su Lanzarote natal, dejándonos como legado su Obras Completas constituídas por un total de 14 volúmenes. No sabemos si se nacionalizó mexicano, pero al igual que su colega A. Einstein sufrió en sus carnes el exilio, este último en los EE.UU huyendo de la persecución nazi y de cuyo país adoptó la nacionalidad.

Y nos preguntamos: ¿Dónde están los homenajes públicos en Canarias (y no limitados al estricto mundo universitario o a la denominación aislada de algún Instituro de EE.MM) a la figura del científico isleño Blas Cabrera Felipe? ¿Dónde las calles o plazas principales con su nombre? ¿Dónde los diseños curriculares que incluyan los contenidos que todo estudiante canario debe conocer, en lugar de la saturación, hasta límites extenuantes, de autores foráneos y sus obras, como la reciente campaña masiva de El Quijote (por muy universal que sea). Queremos saber.

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